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lunes, 24 de mayo de 2010
martes, 27 de abril de 2010
Textos para analizar continuidades y rupturas entre una época y otra.
Colón Describe la naturaleza americana. 1493. Carta al Rey de España (fragmento)
Del cual cabo vi otra isla al oriente, distante de esta diez y ocho leguas, a la cual luego puse nombre la Española y fui allí, y seguí la parte del setentrión, así como de la Juana al oriente, 188 grandes leguas por línea recta; la cual y todas las otras son fertilísimas en demasiado grado, y ésta en extremo. En ella hay muchos puertos en la costa de la mar, sin comparación de otros que yo sepa en cristianos, y hartos ríos y buenos y grandes, que es maravilla. Las tierras de ella son altas, y en ella muy muchas sierras y montañas altísimas, sin comparación de la isla de Tenerife; todas hermosísimas, de mil fechuras, y todas andables, y llenas de árboles de mil maneras y altas, y parece que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la hoja, según lo puedo comprehender, que los ví tan verdes y tan hermosos como son por mayo en España, y de ellos estaban floridos, de ellos con fruto, y de ellos en otro término, según es su calidad; y cantaba el ruiseñor y otros pajaricos de mil maneras en el mes de noviembre por allí donde yo andaba. Hay palmas de seis o ocho maneras, que es admiración verlas, por la deformidad hermosa de ellas, mas así como los otros árboles y frutos e hierbas. En ella hay pinares a maravilla y hay campiñas grandísimas, y hay miel, y de muchas maneras de aves, y frutas muy diversas. En las tierras hay muchas minas de metales, y hay gente en estimable número. La Española es maravilla; las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas, y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares. Los puertos de la mar aquí no habría creencia sin vista, y de los ríos muchos y grandes, y buenas aguas, los más de los cuales traen oro. En los árboles y frutos e hierbas hay grandes diferencias de aquellas de la Juana. En ésta hay muchas especierías, y grandes minas de oro y do otros metales. La gente de esta isla y de todas las otras que he hallado y he habido noticia, andan todos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres los paren, aunque algunas mujeres se cobijan un solo lugar con una hoja de hierba o una cofia de algodón que para ellos hacen. Ellos no tienen hierro, ni acero, ni armas, ni son para ello, no porque no sea gente bien dispuesta y de hermosa estatura, salvo que son muy temeroso a maravilla. No tienen otras armas salvo las armas de las cañas, cuando están con la simiente, a la cual ponen al cabo un palillo agudo; y no osan usar de aquellas; que muchas veces me ha acaecido enviar a tierra dos o tres hombres a alguna villa, para haber habla, y salir a ellos de ellos sin número; y después que los veían llegar huían, a no aguardar padre a hijo; y esto no porque a ninguno se haya hecho mal, antes, a todo cabo adonde yo haya estado y podido haber fabla, les he dado de todo lo que tenía, así paño como otras cosas muchas, sin recibir por ello cosa alguna; mas son así temerosos sin remedio. Verdad es que, después que se aseguran y pierden este miedo, ellos son tanto sin engaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creería sino el que lo viese. Ellos de cosa que tengan, pidiéndosela, jamás dicen de no; antes, convidan la persona con ello, y muestran tanto amor que darían los corazones, y, quieren sea cosa de valor, quien sea de poco precio, luego por cualquiera cosica, de cualquiera manera que sea que se le dé, por ello se van contentos. Yo defendí que no se les diesen cosas tan civiles como pedazos de escudillas rotas, y pedazos de vidrio roto, y cabos de agujetas aunque, cuando ellos esto podían llegar, les parecía haber la mejor joya del mundo; que se acertó haber un marinero, por una agujeta, de oro peso de dos castellanos y medio; y otros, de otras cosas que muy menos valían, mucho más; ya por blancas nuevas daban por ellas todo cuanto tenían, aunque fuesen dos ni tres castellanos de oro, o una arroba o dos de algodón filado. Hasta los pedazos de los arcos rotos, de las pipas tomaban, y daban lo que tenían como bestias; así que me pareció mal, y yo lo defendí, y daba yo graciosas mil cosas buenas, que yo llevaba, porque tomen amor, y allende de esto se hagan cristianos, y se inclinen al amor y servicio de Sus Altezas y de toda la nación castellana, y procuren de ayuntar y nos dar de las cosas que tienen en abundancia, que nos son necesarias. Y no conocían ninguna seta ni idolatría salvo que todos creen que las fuerzas y el bien es en el cielo, y creían muy firme que yo con estos navíos y gente venía del cielo, y en tal catamiento me recibían en todo cabo, después de haber perdido el miedo. Y esto no procede porque sean ignorantes, y salvo de muy sutil ingenio y hombres que navegan todas aquellas mares, que es maravilla la buena cuenta que ellos dan que de todo; salvo porque nunca vieron gente vestida ni semejantes navíos.
Carta enviada por el Gobernador de Chile Don Pedro de Valdivia a S.M. el rey Carlos V el 4 de septiembre de 1545 (fragmento).
"Y para que haga saber a los mercaderes y gentes que se quiesen venir a avecindar que vengan; porque esta tierra es tal que para vivir en ella y perpetuarse, no la hay mejor en el mundo, digolo porque es muy llana. Sanisima de mucho contento; tiene cuatro meses de invierno no más que ellos si no es cuando hace cuarto la luna que llueve un día o dos todos los demás hacen tan lindos soles que no hay para que llegarse al fuego, el verano es tan templado y corren tan deleitosos aires que todo el día se puede el hombre andar al sol que no le es importuno. Es la más abundante de pasto y sementeras y para darse todo género de ganado y plantas que se puede pintar mucha e muy linda madera para hacer casas infinidad otra de leña para servicio dellas y las minas riquísimas de oro e toda la tierra está llena dello y donde quieran que quisieren sacarlo allí hallaran en que sembrar y con que edificar. Y agua. Leña y yerba para sus ganados, que parece la crio Dios a posta para poderlo tener todo a la mano".
Del cual cabo vi otra isla al oriente, distante de esta diez y ocho leguas, a la cual luego puse nombre la Española y fui allí, y seguí la parte del setentrión, así como de la Juana al oriente, 188 grandes leguas por línea recta; la cual y todas las otras son fertilísimas en demasiado grado, y ésta en extremo. En ella hay muchos puertos en la costa de la mar, sin comparación de otros que yo sepa en cristianos, y hartos ríos y buenos y grandes, que es maravilla. Las tierras de ella son altas, y en ella muy muchas sierras y montañas altísimas, sin comparación de la isla de Tenerife; todas hermosísimas, de mil fechuras, y todas andables, y llenas de árboles de mil maneras y altas, y parece que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la hoja, según lo puedo comprehender, que los ví tan verdes y tan hermosos como son por mayo en España, y de ellos estaban floridos, de ellos con fruto, y de ellos en otro término, según es su calidad; y cantaba el ruiseñor y otros pajaricos de mil maneras en el mes de noviembre por allí donde yo andaba. Hay palmas de seis o ocho maneras, que es admiración verlas, por la deformidad hermosa de ellas, mas así como los otros árboles y frutos e hierbas. En ella hay pinares a maravilla y hay campiñas grandísimas, y hay miel, y de muchas maneras de aves, y frutas muy diversas. En las tierras hay muchas minas de metales, y hay gente en estimable número. La Española es maravilla; las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas, y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares. Los puertos de la mar aquí no habría creencia sin vista, y de los ríos muchos y grandes, y buenas aguas, los más de los cuales traen oro. En los árboles y frutos e hierbas hay grandes diferencias de aquellas de la Juana. En ésta hay muchas especierías, y grandes minas de oro y do otros metales. La gente de esta isla y de todas las otras que he hallado y he habido noticia, andan todos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres los paren, aunque algunas mujeres se cobijan un solo lugar con una hoja de hierba o una cofia de algodón que para ellos hacen. Ellos no tienen hierro, ni acero, ni armas, ni son para ello, no porque no sea gente bien dispuesta y de hermosa estatura, salvo que son muy temeroso a maravilla. No tienen otras armas salvo las armas de las cañas, cuando están con la simiente, a la cual ponen al cabo un palillo agudo; y no osan usar de aquellas; que muchas veces me ha acaecido enviar a tierra dos o tres hombres a alguna villa, para haber habla, y salir a ellos de ellos sin número; y después que los veían llegar huían, a no aguardar padre a hijo; y esto no porque a ninguno se haya hecho mal, antes, a todo cabo adonde yo haya estado y podido haber fabla, les he dado de todo lo que tenía, así paño como otras cosas muchas, sin recibir por ello cosa alguna; mas son así temerosos sin remedio. Verdad es que, después que se aseguran y pierden este miedo, ellos son tanto sin engaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creería sino el que lo viese. Ellos de cosa que tengan, pidiéndosela, jamás dicen de no; antes, convidan la persona con ello, y muestran tanto amor que darían los corazones, y, quieren sea cosa de valor, quien sea de poco precio, luego por cualquiera cosica, de cualquiera manera que sea que se le dé, por ello se van contentos. Yo defendí que no se les diesen cosas tan civiles como pedazos de escudillas rotas, y pedazos de vidrio roto, y cabos de agujetas aunque, cuando ellos esto podían llegar, les parecía haber la mejor joya del mundo; que se acertó haber un marinero, por una agujeta, de oro peso de dos castellanos y medio; y otros, de otras cosas que muy menos valían, mucho más; ya por blancas nuevas daban por ellas todo cuanto tenían, aunque fuesen dos ni tres castellanos de oro, o una arroba o dos de algodón filado. Hasta los pedazos de los arcos rotos, de las pipas tomaban, y daban lo que tenían como bestias; así que me pareció mal, y yo lo defendí, y daba yo graciosas mil cosas buenas, que yo llevaba, porque tomen amor, y allende de esto se hagan cristianos, y se inclinen al amor y servicio de Sus Altezas y de toda la nación castellana, y procuren de ayuntar y nos dar de las cosas que tienen en abundancia, que nos son necesarias. Y no conocían ninguna seta ni idolatría salvo que todos creen que las fuerzas y el bien es en el cielo, y creían muy firme que yo con estos navíos y gente venía del cielo, y en tal catamiento me recibían en todo cabo, después de haber perdido el miedo. Y esto no procede porque sean ignorantes, y salvo de muy sutil ingenio y hombres que navegan todas aquellas mares, que es maravilla la buena cuenta que ellos dan que de todo; salvo porque nunca vieron gente vestida ni semejantes navíos.
Carta enviada por el Gobernador de Chile Don Pedro de Valdivia a S.M. el rey Carlos V el 4 de septiembre de 1545 (fragmento).
"Y para que haga saber a los mercaderes y gentes que se quiesen venir a avecindar que vengan; porque esta tierra es tal que para vivir en ella y perpetuarse, no la hay mejor en el mundo, digolo porque es muy llana. Sanisima de mucho contento; tiene cuatro meses de invierno no más que ellos si no es cuando hace cuarto la luna que llueve un día o dos todos los demás hacen tan lindos soles que no hay para que llegarse al fuego, el verano es tan templado y corren tan deleitosos aires que todo el día se puede el hombre andar al sol que no le es importuno. Es la más abundante de pasto y sementeras y para darse todo género de ganado y plantas que se puede pintar mucha e muy linda madera para hacer casas infinidad otra de leña para servicio dellas y las minas riquísimas de oro e toda la tierra está llena dello y donde quieran que quisieren sacarlo allí hallaran en que sembrar y con que edificar. Y agua. Leña y yerba para sus ganados, que parece la crio Dios a posta para poderlo tener todo a la mano".
Dos Declaraciones de Derechos Humanos
1.Declaración Indenpendencia de Estados Unidos (2 párrafos iniciales).
En CONGRESO, 4 de julio de 1776.
La Declaración unánime de los trece Estados Unidos de América,
Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro, y tomar entre las naciones de la Tierra el puesto separado e igual al que las leyes de la naturaleza y del Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto a las juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.
Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando cualquier forma de gobierno se vuelva destructora de estos principios, es el derecho del pueblo el reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que base sus cimientos en dichos principios, y que organice sus poderes en forma tal que a ellos les parezca más probable que genere su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que los gobiernos establecidos hace mucho tiempo no se cambien por motivos leves y transitorios; y, de acuerdo con esto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a sufrir, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia mediante la abolición de las formas a las que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, que persigue invariablemente el mismo objetivo, evidencia el designio de someterlos bajo un despotismo absoluto, es el derecho de ellos, es el deber de ellos, derrocar ese gobierno y proveer nuevas salvaguardas para su futura seguridad.
2. Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Francia, 1789 (Resumen)
La declaración de Derechos de 1789 es uno de los documentos de mayor trascendencia en la evolución de la humanidad y el que mejor representa el pensamiento vivo de la Revolución Francesa; atacar la declaración significaba reaccionar contra la Revolución, aplicar sus principios significó hacer la Revolución.
La Declaración de Derechos comprendía una introducción y diecisiete artículos. En la introducción se establecía la necesidad de la Declaración porque todas las desventuras públicas y la corrupción de los gobiernos provenían del olvido o el menosprecio de los derechos del hombre.
En el articulado de establecían una serie de principios fundamentales:
La soberanía reside esencialmente en la nación de quien emana toda autoridad; el rey por lo tanto no es más que un delegado de la población.
La población expresa su voluntad soberana por medio de la ley, que debe ser la misma para todos y cuya formación tiene derecho a concurrir todo los ciudadanos.
En la organización del gobierno del Estado debe establecerse la separación de los poderes.
Todos los hombres poseen derechos anteriores a la formación del estado y el fin de este es garantizarlos.
Los derechos del hombre son: la libertad, la igualdad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Estos derechos son naturales, imprescriptibles, inalienables y sagrados.
La Declaración disponía, además, la libertad de opinión, de religión y prensa; el reparto de impuestos en proporción a la riqueza; la responsabilidad de los funcionarios, el acceso a los empleos oficiales y las garantías personales para los casos de arresto y enjuiciamiento.
En CONGRESO, 4 de julio de 1776.
La Declaración unánime de los trece Estados Unidos de América,
Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro, y tomar entre las naciones de la Tierra el puesto separado e igual al que las leyes de la naturaleza y del Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto a las juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.
Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando cualquier forma de gobierno se vuelva destructora de estos principios, es el derecho del pueblo el reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que base sus cimientos en dichos principios, y que organice sus poderes en forma tal que a ellos les parezca más probable que genere su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que los gobiernos establecidos hace mucho tiempo no se cambien por motivos leves y transitorios; y, de acuerdo con esto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a sufrir, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia mediante la abolición de las formas a las que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, que persigue invariablemente el mismo objetivo, evidencia el designio de someterlos bajo un despotismo absoluto, es el derecho de ellos, es el deber de ellos, derrocar ese gobierno y proveer nuevas salvaguardas para su futura seguridad.
2. Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Francia, 1789 (Resumen)
La declaración de Derechos de 1789 es uno de los documentos de mayor trascendencia en la evolución de la humanidad y el que mejor representa el pensamiento vivo de la Revolución Francesa; atacar la declaración significaba reaccionar contra la Revolución, aplicar sus principios significó hacer la Revolución.
La Declaración de Derechos comprendía una introducción y diecisiete artículos. En la introducción se establecía la necesidad de la Declaración porque todas las desventuras públicas y la corrupción de los gobiernos provenían del olvido o el menosprecio de los derechos del hombre.
En el articulado de establecían una serie de principios fundamentales:
La soberanía reside esencialmente en la nación de quien emana toda autoridad; el rey por lo tanto no es más que un delegado de la población.
La población expresa su voluntad soberana por medio de la ley, que debe ser la misma para todos y cuya formación tiene derecho a concurrir todo los ciudadanos.
En la organización del gobierno del Estado debe establecerse la separación de los poderes.
Todos los hombres poseen derechos anteriores a la formación del estado y el fin de este es garantizarlos.
Los derechos del hombre son: la libertad, la igualdad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Estos derechos son naturales, imprescriptibles, inalienables y sagrados.
La Declaración disponía, además, la libertad de opinión, de religión y prensa; el reparto de impuestos en proporción a la riqueza; la responsabilidad de los funcionarios, el acceso a los empleos oficiales y las garantías personales para los casos de arresto y enjuiciamiento.
Posturas Ideológicas sobre la cuestión social en Chile (1880-1920)
Pensamientos y debates
Es indudable que la pobreza y las desigualdades sociales no surgieron en el país en la década de 1880, como tampoco han desaparecido en la moderna realidad del Chile actual. No obstante, ya desde finales de siglo XIX muchos elementos se conjugaron para transformar los problemas sociales en una cuestión social, como son, un contexto económico capitalista plenamente consolidado, marcado por una incipiente industrialización y un proceso de urbanización descontrolado que agravaron las malas condiciones de vida del trabajador urbano; una clase dirigente ciega e ineficiente ante los problemas y quejas del mundo popular; y, finalmente, una clase trabajadora que ya no estuvo dispuesta a quedarse de brazos cruzados esperando que el Estado oligárquico llegara a ofrecer alguna solución a sus problemas.
Fue a lo largo de estos años que se pusieron en marcha una serie de movimientos sociales que transformaron la cuestión social en un problema que afectó no sólo a los trabajadores sino a todo el país. Desde entonces, surgieron a la luz pública una serie de innumerables escritos, ensayos, artículos de prensa y tesis de grado que comenzaron a analizar sus causas y motivos, además de las posibles alternativas de solución. Esta amplia gama de debates políticos e ideológicos pueden resumirse en tres grandes corrientes.
La primera corriente se originó al interior del mundo conservador-católico, que a partir de la Encíclica Rerum Novarum adhirió a la línea social cristiana impulsada por la iglesia católica. A grandes rasgos, vio la cuestión social como resultante de una crisis moral que desvirtuó el rol dirigente y protector de la elite criolla. El énfasis estuvo puesto en la responsabilidad que le correspondió a los ricos en el cuidado y bienestar tanto material como espiritual de los más pobres, a través de la educación, la beneficencia, el socorro y la justicia. En síntesis, más acción social y menos caridad.
En segundo lugar, existió una corriente liberal y laica vinculada al Partido Radical y donde también se incluyeron intelectuales independientes de clase media. Para ambos sectores, la cuestión social fue el resultado de un conflicto de clases, un problema estructural de la sociedad nacional, afectada por la falta de desarrollo económico, la explotación laboral, la inflación y la carencia de ayuda estatal hacia los más pobres. Por consiguiente, los dardos apuntaron al Estado y a la necesidad de regular el sistema de libre mercado que rigió en el país, a través de una adecuada legislación social que promoviera y asegurara el progreso y adelanto material de todos los sectores.
Una tercera tendencia, fue la corriente socialista, impulsada por sectores pertenecientes a la clase trabajadora. Para este sector, los problemas sociales fueron consecuencia de la propia existencia del Estado liberal y del sistema capitalista; y declararon que su solución no pasó por la acción caritativa de la clase dirigente ni por las medidas de corte proteccionista que reclamaron algunos liberales, sino que radicó en la acción y el poder autónomo de los propios trabajadores.
A pesar de sus diferencias, cada una de estas tres corrientes coincidió en la urgente necesidad de otorgar pronta solución a los problemas derivados de la cuestión social, que hacia el año 1920 se convirtió en una preocupante cuestión política, traspasando las fronteras de la opinión pública e insertándose de lleno en los planes del Gobierno y del Congreso Nacional.
Fuente:
www.memoriachilena.cl
Es indudable que la pobreza y las desigualdades sociales no surgieron en el país en la década de 1880, como tampoco han desaparecido en la moderna realidad del Chile actual. No obstante, ya desde finales de siglo XIX muchos elementos se conjugaron para transformar los problemas sociales en una cuestión social, como son, un contexto económico capitalista plenamente consolidado, marcado por una incipiente industrialización y un proceso de urbanización descontrolado que agravaron las malas condiciones de vida del trabajador urbano; una clase dirigente ciega e ineficiente ante los problemas y quejas del mundo popular; y, finalmente, una clase trabajadora que ya no estuvo dispuesta a quedarse de brazos cruzados esperando que el Estado oligárquico llegara a ofrecer alguna solución a sus problemas.
Fue a lo largo de estos años que se pusieron en marcha una serie de movimientos sociales que transformaron la cuestión social en un problema que afectó no sólo a los trabajadores sino a todo el país. Desde entonces, surgieron a la luz pública una serie de innumerables escritos, ensayos, artículos de prensa y tesis de grado que comenzaron a analizar sus causas y motivos, además de las posibles alternativas de solución. Esta amplia gama de debates políticos e ideológicos pueden resumirse en tres grandes corrientes.
La primera corriente se originó al interior del mundo conservador-católico, que a partir de la Encíclica Rerum Novarum adhirió a la línea social cristiana impulsada por la iglesia católica. A grandes rasgos, vio la cuestión social como resultante de una crisis moral que desvirtuó el rol dirigente y protector de la elite criolla. El énfasis estuvo puesto en la responsabilidad que le correspondió a los ricos en el cuidado y bienestar tanto material como espiritual de los más pobres, a través de la educación, la beneficencia, el socorro y la justicia. En síntesis, más acción social y menos caridad.
En segundo lugar, existió una corriente liberal y laica vinculada al Partido Radical y donde también se incluyeron intelectuales independientes de clase media. Para ambos sectores, la cuestión social fue el resultado de un conflicto de clases, un problema estructural de la sociedad nacional, afectada por la falta de desarrollo económico, la explotación laboral, la inflación y la carencia de ayuda estatal hacia los más pobres. Por consiguiente, los dardos apuntaron al Estado y a la necesidad de regular el sistema de libre mercado que rigió en el país, a través de una adecuada legislación social que promoviera y asegurara el progreso y adelanto material de todos los sectores.
Una tercera tendencia, fue la corriente socialista, impulsada por sectores pertenecientes a la clase trabajadora. Para este sector, los problemas sociales fueron consecuencia de la propia existencia del Estado liberal y del sistema capitalista; y declararon que su solución no pasó por la acción caritativa de la clase dirigente ni por las medidas de corte proteccionista que reclamaron algunos liberales, sino que radicó en la acción y el poder autónomo de los propios trabajadores.
A pesar de sus diferencias, cada una de estas tres corrientes coincidió en la urgente necesidad de otorgar pronta solución a los problemas derivados de la cuestión social, que hacia el año 1920 se convirtió en una preocupante cuestión política, traspasando las fronteras de la opinión pública e insertándose de lleno en los planes del Gobierno y del Congreso Nacional.
Fuente:
www.memoriachilena.cl
"Martín Rivas", de Alberto Blest Gana
Este es el enlace de la novela de Blest Gana:
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0005020.pdf
Indique a sus estudiantes que la teleserie de TVN "Martín Rivas, Aventuras de un soñador" (2010) no corresponde a la obra literaria, sólo está inspirada en ella.
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0005020.pdf
Indique a sus estudiantes que la teleserie de TVN "Martín Rivas, Aventuras de un soñador" (2010) no corresponde a la obra literaria, sólo está inspirada en ella.
Ideas-fuerza de la Burguesía + Texto con elementos de la ideología Burguesa
* Gobiernos parlamentarios democráticos y basados en una Constitución.
* Más libertad para expresarse, publicar, discutir los problemas, cambiar de trabajo y pago para los trabajadores.
* Mayor movilidad social, es decir, ascenso o descenso de los individuos en la escala social gracias a su educación, su trabajo, a sus méritos y no a cuestiones de sangre, herencia o pertenencia a un Estamento.
* Inventiva e iniciativa individuales ademas de dividuales en ciertos casos.
* Propiedad privada para invertir, producir más y, con ello, impulsar capitalismo.
Fuente: www.wikipedia.com; "Burguesía"
¿Qué es el Tercer Estado?
“ El plan de este escrito es muy simple. Nos planteamos tres preguntas:
1º ¿ Qué es el Estado llano? Todo.
2º ¿ Que ha sido hasta el presente en el orden político? Nada.
3º ¿ Qué pide? Llegar a ser algo.
¿ Quién osaría decir que el estado llano no contiene en sí todo lo necesario para formar una nación completa? Es un hombre fuerte y robusto, que tiene aún un brazo encadenado. Si se hiciera desaparecer el orden privilegiado, la nación o sería menos, sino más. Y ¿qué es el Estado llano? Todo, pero un todo trabado y oprimido. ¿Y que sería sin el orden privilegiado? Todo, pero un todo libre y floreciente. Nada puede funcionar sin él, todo andaría infinitamente mejor sin los demás. No basta haber mostrado que los privilegiados, lejos de ser útiles a la nación, no pueden sino debilitarla y dañarla. Es menester probar aún, que el orden noble no entra en la organización social; que puede ser ciertamente una carga para la nación, pero que no sabría formar una parte de ella(...).
¿ Qué es una nación? Un cuerpo de asociados que viven bajo una ley común y representados por una misma legislatura.
¿No es evidente que la nobleza tiene privilegios, dispensas, incluso derechos separados de los del gran cuerpo de ciudadanos? Por esto mismo sale de la ley común y por ello sus derechos civiles lo constituyen en pueblo aparte de la gran nación.
Respecto a sus derechos políticos, también los ejerce separadamente. Tiene sus representantes que no están encargados en absoluto por procuración de los pueblos. El cuerpo de sus diputados se reúne aparte. Pero aún cuando se reunieran en una misma sala con los diputados de los simples ciudadanos, no es menos verdad que su representación es distinta por esencia y separada. Es ajena a la nación por principio, puesto que consiste en defender no el interés general; sino el particular.
El Estado llano abarca todo lo que pertenece a la nación y todo lo que no es el Estado llano, no puede contemplarse como representante de la nación.
¿Qué es el Estado llano? Todo.”
SIEYES, E. J.: ¿ Qué es el Estado llano?, 1789.
Comentario de este texto
Se trata de un texto histórico-circunstancial, concretamente un ensayo político de temática social. Es un texto significativo y representativo sobre los comienzos de la Revolución Francesa.
El texto es de destino público, cuyas circunstancias espacio-temporales lo situamos en Francia, entre noviembre y diciembre de 1788 y fue publicado en enero de 1789 (se sucedieron cuatro ediciones ese año y sólo la ultima llevo el nombre del autor) y en su argumento asimila la nación con el Tercer Estado.
El autor es Emmanuel Joseph Sieyés eclesiástico, escritor y político francés.
Idea central del texto: La importancia del tercer estado dentro de la sociedad como verdadera representación de la nación.
¿ Qué es el Tercer Estado ¿ fue la obra más famosa de Sieyés, permitiéndole jugar un papel político e ideológico fundamental en el curso de la Revolución y la que le dio carta de naturaleza para asignarle un lugar en la historia del pensamiento político.
El texto plantea la oposición que enfrentaba a los privilegiados con los no privilegiados y para resolverla acude al concepto de nación que aparece como idea central del texto.
La nación es la realidad política suprema: de su identidad depende todo lo demás, entendiéndola como cuerpo unitario de ciudadanos que ejercen una voluntad común, inalienable.
De esta concepción se desprenden algunas consecuencias de decisiva importancia. La primera, inherente a la definición como cuerpo de asociados que viven bajo una ley común, es que el estatuto de ciudadano aparece como una relación de igualdad y universalidad, y que el privilegio está excluido, porque representa un imperium in imperio necesariamente exterior al orden político. Si todos los privilegios, sin distinción, tiene por objeto dispensar de ley o conceder un derecho exclusivo no prohibido por ella, entonces la esencia del privilegio es estar fuera del derecho común.” ¿ No es evidente que la nobleza tiene privilegios, dispensas, incluso derechos separados de los del gran cuerpo de ciudadanos? Por esto mismo sale de la ley común...”.En consecuencia, los órdenes privilegiados son situados por definición fuera de la nación, por la lógica política de la ciudadanía (según la cual ellos no pueden ser iguales) y, al mismo tiempo, por la lógica social de la actividad productiva(según la cual ellos no pueden ser útiles). Ayudándose sólo de la lógica el autor se enfrenta al sistema de los privilegios; sistema que ofendía tanto a su inteligencia (profundas convicciones antiaristocratica) como a su sentimiento de igualdad.
La segunda consecuencia es inherente a la definición de la nación como poseedora de una voluntad común inalienable y unitaria: se le niega a la monarquía absoluta y a las instituciones del Antiguo Régimen el derecho de abogar por un retorno a la organización tradicional de los Estados Generales. Puesto que la voluntad de la nación es la voluntad común y unitaria de un cuerpo de ciudadanos y no puede expresarse por intermedio de un cuerpo representativo organizado por Ordenes o Estados. La voluntad política unitaria sólo puede expresarse en un cuerpo representativo unitario.
Es decir, en la práctica tradicional, el Tercer Estado contaba con una representación política insuficiente. Aunar las voluntades de los representantes en una voluntad común era imposible con la forma de organización estamental de los Estados Generales. Clero y nobleza no tenían nada en común con la representación nacional (como estamentos privilegiados constituyen un pueblo aparte dentro de la gran nación).Sólo el Tercer Estado tenía vocación de representación nacional (abarca a todo el que pertenece a la nación y todo lo que no es el Estado llano no puede contemplarse como representación de la nación). De ahí que, el Tercer Estado podía reunirse solo y prescindir del voto de la nobleza y el clero, ya que actuaban como representantes de la nación y perseguía el interés general de los ciudadanos.
Únicamente de manera impropia podría el Tercer Estado ser considerado un estamento, pues no representaba sino la nación entera y carecía, por tanto, de intereses corporativos, ya que su único objeto era el interés nacional. De ahí que si no podía formar en solitario los Estados Generales, pudiera, sin embargo, constituir una Asamblea Nacional como expresión de la voluntad política del pueblo francés.
Las ideas expresadas en el texto tendrían su plasmación práctica en los primeros acontecimientos de la Revolución de 1789, durante la reunión de los Estados Generales (se abre en Versalles el 5 de mayo) cuando los representantes del Tercer Estado, igualados en número a los de la nobleza y el clero, se inclinan por la reunión en una sola sala y por la votación por individuos, mientras los privilegiados desean reunirse por separado y emitir su voto por estamento. Mientras nobleza y clero se reúnen en dos salas separadas, los diputados del estado llano deliberan en la gran sala que luego llamaran “ nacional”, en las deliberaciones del estado llano algunos diputados, como Sieyés, radicalizan a sus compañeros y tratan de conseguir que se les unan diputados progresistas de los otros dos estamentos. Por fin, Sieyés decide romper con la legalidad y propone que se considere rebeldes a los que no acudan a la asamblea del Tercer Estado. El 17 de junio la reunión se adjudica el nombre de Asamblea Nacional. Tres días después al encontrar los diputados la cámara cerrada, los diputados se trasladan al Juego de Pelota, donde consideraran que “ allí donde se encuentren sus miembros reunidos estará la Asamblea Nacional “ y se juramentan de no separarse jamás hasta que la constitución del reino este establecida. En las sesiones siguientes algunos miembros de clero y finalmente, representantes de los grupos (clero y nobleza) deciden aceptar la asamblea conjunta para elaborar la constitución. Ese día 27 de junio, comienza la Asamblea Constituyente, primer período del proceso revolucionario.
Términos a comentar:
Estado :se utiliza en el texto en el sentido de definir los diversos estratos en que se divide la sociedad del Antiguo Régimen(sociedad estamental) en la que la posición del individuo se definía por su situación jurídica y por la posesión de unos privilegios determinados. Opuesto al concepto de clase social, que clasifica a los individuos en función de su posición económica.
Estado llano: también llamado Común y Tercer Estado, en oposición al primero (clero) y al segundo (nobleza). Encuadra a todos los individuos que no pertenecen a los estamentos privilegiados.
Orden privilegiado: encuadra a la nobleza y alto clero (2º y 1º estado)
La sociedad del Antiguo Régimen se compone de tres ordenes o estamentos: el clero, la nobleza y el Tercer Estado o estado llano.
Cada uno de estos estamentos se diferencia de los otros por tener un código de leyes propias que les conceden unos privilegios (alto clero y nobleza) o unos derechos y deberes (Tercer Estado)
1. La desigualdad social basada en la aceptación durante generaciones de unos derechos y deberes hereditarios que son mantenidos por los estamentos y por el estado.
2. Los estamentos privilegiados son grupos sociales cerrados, en los que no se deja entrar a nadie que no acredite su nobleza heredada (“honor”) u otorgada por el rey (“ mérito”). Hasta el siglo XVIII la nobleza, el alto clero y la Corona comparten el poder dentro de una estructura social estable.
3. El espíritu conservador de nobleza y alto clero se mantiene gracias a una serie de “ vínculos “ jurídicos legales (derechos señoriales), político-sociales (monopolio de los altos cargos) o económicos (vinculación de las propiedades rurales).
El esquema tradicional de la Edad Media admitía la existencia de tres estamentos o estados fundamentales: la nobleza (militares o caballeros), el clero y el estado llano(los labradores o trabajadores). Esta división tripartita de la sociedad tenía su reflejo en la división de las Cortes o Estados Generales en tres estados, brazos u ordenes. Los estamentos se concebían como agrupaciones rígidas a las que se pertenecía por designio divino, manifestado a través del nacimiento.
En la sociedad esencialmente agraria del Antiguo Régimen, labrador-trabajador y labrador-campesino tendieron a confundirse, mientras que se diferenciaban netamente de estos los mercaderes, esto es, los miembros de la burguesía urbana, que gracias a su riqueza conquistó formas de vida distintas a las del campesinado. Sin embargo, aunque poseían el poder económico el ascenso a los estamentos superiores les era negado a los burgueses enriquecidos por la ley y la costumbre (pese a las numerosas ventas de títulos y a los matrimonios con que los nobles empobrecidos aceptaban para poder rehacer sus fortunas, únicas dos vías de ascenso social).
Esta ausencia de movilidad social contribuyó a unir a todo el Tercer Estado en un frente común contra los privilegios, un frente dirigido por la burguesía, que lograría derribar el viejo orden social e instaurar una nueva sociedad estructurada en clases, donde la posición del individuo no estaba ya, en teoría, definida y limitada por su nacimiento.
El Tercer Estado consiguió variar su status jurídico a medida que la burguesía fue adquiriendo fuerza. En el siglo XVIII, en Francia, adquirió toda su fuerza política al convocarse los Estados Generales (1788) y pronto se llegó a la identificación ideológica entre Tercer Estado y nación (Sieyés), como un mito político eficaz contra las fuerzas del Antiguo Régimen. Los grupos burgueses tomaron la dirección del Tercer Estado y se constituyeron en su conciencia histórica, a la vez que se ganaron al campesinado con una decisiva reforma agraria.
Sin embargo, el proceso revolucionario que culminó en 1793 perfiló ya con claridad el conflicto de intereses y de valores que, dentro del tercer estado, enfrentaba a las distintas clases sociales (burguesía en sus diversas capas, artesanado, campesino, proletariado); así entonces se produjo la oposición entre la alta burguesía y los sans-culottes. Las revoluciones burguesas y las industriales rompieron definitivamente su unidad interna, para abocar en la aparición del proletariado (calificado como Cuarto Estado) como clase antagónica a la burguesía.
Crítica : es un texto importante para el conocimiento de algunos aspectos sociales de la revolución, pues es una manifestación de las ideas de los grupos revolucionarios moderados al comienzo de la Revolución Francesa, trascendente para explicar los inicios del proceso revolucionario. En este famoso ensayo Sieyés ensalza al tercer estado como clase protagonista de la revolución, definiendo al “ tercer estado “ y criticando los privilegios de la nobleza.
Fuente: http://thales.cica.es/rd/Recursos/rd99/ed99-0257-01/que3est.html
* Más libertad para expresarse, publicar, discutir los problemas, cambiar de trabajo y pago para los trabajadores.
* Mayor movilidad social, es decir, ascenso o descenso de los individuos en la escala social gracias a su educación, su trabajo, a sus méritos y no a cuestiones de sangre, herencia o pertenencia a un Estamento.
* Inventiva e iniciativa individuales ademas de dividuales en ciertos casos.
* Propiedad privada para invertir, producir más y, con ello, impulsar capitalismo.
Fuente: www.wikipedia.com; "Burguesía"
¿Qué es el Tercer Estado?
“ El plan de este escrito es muy simple. Nos planteamos tres preguntas:
1º ¿ Qué es el Estado llano? Todo.
2º ¿ Que ha sido hasta el presente en el orden político? Nada.
3º ¿ Qué pide? Llegar a ser algo.
¿ Quién osaría decir que el estado llano no contiene en sí todo lo necesario para formar una nación completa? Es un hombre fuerte y robusto, que tiene aún un brazo encadenado. Si se hiciera desaparecer el orden privilegiado, la nación o sería menos, sino más. Y ¿qué es el Estado llano? Todo, pero un todo trabado y oprimido. ¿Y que sería sin el orden privilegiado? Todo, pero un todo libre y floreciente. Nada puede funcionar sin él, todo andaría infinitamente mejor sin los demás. No basta haber mostrado que los privilegiados, lejos de ser útiles a la nación, no pueden sino debilitarla y dañarla. Es menester probar aún, que el orden noble no entra en la organización social; que puede ser ciertamente una carga para la nación, pero que no sabría formar una parte de ella(...).
¿ Qué es una nación? Un cuerpo de asociados que viven bajo una ley común y representados por una misma legislatura.
¿No es evidente que la nobleza tiene privilegios, dispensas, incluso derechos separados de los del gran cuerpo de ciudadanos? Por esto mismo sale de la ley común y por ello sus derechos civiles lo constituyen en pueblo aparte de la gran nación.
Respecto a sus derechos políticos, también los ejerce separadamente. Tiene sus representantes que no están encargados en absoluto por procuración de los pueblos. El cuerpo de sus diputados se reúne aparte. Pero aún cuando se reunieran en una misma sala con los diputados de los simples ciudadanos, no es menos verdad que su representación es distinta por esencia y separada. Es ajena a la nación por principio, puesto que consiste en defender no el interés general; sino el particular.
El Estado llano abarca todo lo que pertenece a la nación y todo lo que no es el Estado llano, no puede contemplarse como representante de la nación.
¿Qué es el Estado llano? Todo.”
SIEYES, E. J.: ¿ Qué es el Estado llano?, 1789.
Comentario de este texto
Se trata de un texto histórico-circunstancial, concretamente un ensayo político de temática social. Es un texto significativo y representativo sobre los comienzos de la Revolución Francesa.
El texto es de destino público, cuyas circunstancias espacio-temporales lo situamos en Francia, entre noviembre y diciembre de 1788 y fue publicado en enero de 1789 (se sucedieron cuatro ediciones ese año y sólo la ultima llevo el nombre del autor) y en su argumento asimila la nación con el Tercer Estado.
El autor es Emmanuel Joseph Sieyés eclesiástico, escritor y político francés.
Idea central del texto: La importancia del tercer estado dentro de la sociedad como verdadera representación de la nación.
¿ Qué es el Tercer Estado ¿ fue la obra más famosa de Sieyés, permitiéndole jugar un papel político e ideológico fundamental en el curso de la Revolución y la que le dio carta de naturaleza para asignarle un lugar en la historia del pensamiento político.
El texto plantea la oposición que enfrentaba a los privilegiados con los no privilegiados y para resolverla acude al concepto de nación que aparece como idea central del texto.
La nación es la realidad política suprema: de su identidad depende todo lo demás, entendiéndola como cuerpo unitario de ciudadanos que ejercen una voluntad común, inalienable.
De esta concepción se desprenden algunas consecuencias de decisiva importancia. La primera, inherente a la definición como cuerpo de asociados que viven bajo una ley común, es que el estatuto de ciudadano aparece como una relación de igualdad y universalidad, y que el privilegio está excluido, porque representa un imperium in imperio necesariamente exterior al orden político. Si todos los privilegios, sin distinción, tiene por objeto dispensar de ley o conceder un derecho exclusivo no prohibido por ella, entonces la esencia del privilegio es estar fuera del derecho común.” ¿ No es evidente que la nobleza tiene privilegios, dispensas, incluso derechos separados de los del gran cuerpo de ciudadanos? Por esto mismo sale de la ley común...”.En consecuencia, los órdenes privilegiados son situados por definición fuera de la nación, por la lógica política de la ciudadanía (según la cual ellos no pueden ser iguales) y, al mismo tiempo, por la lógica social de la actividad productiva(según la cual ellos no pueden ser útiles). Ayudándose sólo de la lógica el autor se enfrenta al sistema de los privilegios; sistema que ofendía tanto a su inteligencia (profundas convicciones antiaristocratica) como a su sentimiento de igualdad.
La segunda consecuencia es inherente a la definición de la nación como poseedora de una voluntad común inalienable y unitaria: se le niega a la monarquía absoluta y a las instituciones del Antiguo Régimen el derecho de abogar por un retorno a la organización tradicional de los Estados Generales. Puesto que la voluntad de la nación es la voluntad común y unitaria de un cuerpo de ciudadanos y no puede expresarse por intermedio de un cuerpo representativo organizado por Ordenes o Estados. La voluntad política unitaria sólo puede expresarse en un cuerpo representativo unitario.
Es decir, en la práctica tradicional, el Tercer Estado contaba con una representación política insuficiente. Aunar las voluntades de los representantes en una voluntad común era imposible con la forma de organización estamental de los Estados Generales. Clero y nobleza no tenían nada en común con la representación nacional (como estamentos privilegiados constituyen un pueblo aparte dentro de la gran nación).Sólo el Tercer Estado tenía vocación de representación nacional (abarca a todo el que pertenece a la nación y todo lo que no es el Estado llano no puede contemplarse como representación de la nación). De ahí que, el Tercer Estado podía reunirse solo y prescindir del voto de la nobleza y el clero, ya que actuaban como representantes de la nación y perseguía el interés general de los ciudadanos.
Únicamente de manera impropia podría el Tercer Estado ser considerado un estamento, pues no representaba sino la nación entera y carecía, por tanto, de intereses corporativos, ya que su único objeto era el interés nacional. De ahí que si no podía formar en solitario los Estados Generales, pudiera, sin embargo, constituir una Asamblea Nacional como expresión de la voluntad política del pueblo francés.
Las ideas expresadas en el texto tendrían su plasmación práctica en los primeros acontecimientos de la Revolución de 1789, durante la reunión de los Estados Generales (se abre en Versalles el 5 de mayo) cuando los representantes del Tercer Estado, igualados en número a los de la nobleza y el clero, se inclinan por la reunión en una sola sala y por la votación por individuos, mientras los privilegiados desean reunirse por separado y emitir su voto por estamento. Mientras nobleza y clero se reúnen en dos salas separadas, los diputados del estado llano deliberan en la gran sala que luego llamaran “ nacional”, en las deliberaciones del estado llano algunos diputados, como Sieyés, radicalizan a sus compañeros y tratan de conseguir que se les unan diputados progresistas de los otros dos estamentos. Por fin, Sieyés decide romper con la legalidad y propone que se considere rebeldes a los que no acudan a la asamblea del Tercer Estado. El 17 de junio la reunión se adjudica el nombre de Asamblea Nacional. Tres días después al encontrar los diputados la cámara cerrada, los diputados se trasladan al Juego de Pelota, donde consideraran que “ allí donde se encuentren sus miembros reunidos estará la Asamblea Nacional “ y se juramentan de no separarse jamás hasta que la constitución del reino este establecida. En las sesiones siguientes algunos miembros de clero y finalmente, representantes de los grupos (clero y nobleza) deciden aceptar la asamblea conjunta para elaborar la constitución. Ese día 27 de junio, comienza la Asamblea Constituyente, primer período del proceso revolucionario.
Términos a comentar:
Estado :se utiliza en el texto en el sentido de definir los diversos estratos en que se divide la sociedad del Antiguo Régimen(sociedad estamental) en la que la posición del individuo se definía por su situación jurídica y por la posesión de unos privilegios determinados. Opuesto al concepto de clase social, que clasifica a los individuos en función de su posición económica.
Estado llano: también llamado Común y Tercer Estado, en oposición al primero (clero) y al segundo (nobleza). Encuadra a todos los individuos que no pertenecen a los estamentos privilegiados.
Orden privilegiado: encuadra a la nobleza y alto clero (2º y 1º estado)
La sociedad del Antiguo Régimen se compone de tres ordenes o estamentos: el clero, la nobleza y el Tercer Estado o estado llano.
Cada uno de estos estamentos se diferencia de los otros por tener un código de leyes propias que les conceden unos privilegios (alto clero y nobleza) o unos derechos y deberes (Tercer Estado)
1. La desigualdad social basada en la aceptación durante generaciones de unos derechos y deberes hereditarios que son mantenidos por los estamentos y por el estado.
2. Los estamentos privilegiados son grupos sociales cerrados, en los que no se deja entrar a nadie que no acredite su nobleza heredada (“honor”) u otorgada por el rey (“ mérito”). Hasta el siglo XVIII la nobleza, el alto clero y la Corona comparten el poder dentro de una estructura social estable.
3. El espíritu conservador de nobleza y alto clero se mantiene gracias a una serie de “ vínculos “ jurídicos legales (derechos señoriales), político-sociales (monopolio de los altos cargos) o económicos (vinculación de las propiedades rurales).
El esquema tradicional de la Edad Media admitía la existencia de tres estamentos o estados fundamentales: la nobleza (militares o caballeros), el clero y el estado llano(los labradores o trabajadores). Esta división tripartita de la sociedad tenía su reflejo en la división de las Cortes o Estados Generales en tres estados, brazos u ordenes. Los estamentos se concebían como agrupaciones rígidas a las que se pertenecía por designio divino, manifestado a través del nacimiento.
En la sociedad esencialmente agraria del Antiguo Régimen, labrador-trabajador y labrador-campesino tendieron a confundirse, mientras que se diferenciaban netamente de estos los mercaderes, esto es, los miembros de la burguesía urbana, que gracias a su riqueza conquistó formas de vida distintas a las del campesinado. Sin embargo, aunque poseían el poder económico el ascenso a los estamentos superiores les era negado a los burgueses enriquecidos por la ley y la costumbre (pese a las numerosas ventas de títulos y a los matrimonios con que los nobles empobrecidos aceptaban para poder rehacer sus fortunas, únicas dos vías de ascenso social).
Esta ausencia de movilidad social contribuyó a unir a todo el Tercer Estado en un frente común contra los privilegios, un frente dirigido por la burguesía, que lograría derribar el viejo orden social e instaurar una nueva sociedad estructurada en clases, donde la posición del individuo no estaba ya, en teoría, definida y limitada por su nacimiento.
El Tercer Estado consiguió variar su status jurídico a medida que la burguesía fue adquiriendo fuerza. En el siglo XVIII, en Francia, adquirió toda su fuerza política al convocarse los Estados Generales (1788) y pronto se llegó a la identificación ideológica entre Tercer Estado y nación (Sieyés), como un mito político eficaz contra las fuerzas del Antiguo Régimen. Los grupos burgueses tomaron la dirección del Tercer Estado y se constituyeron en su conciencia histórica, a la vez que se ganaron al campesinado con una decisiva reforma agraria.
Sin embargo, el proceso revolucionario que culminó en 1793 perfiló ya con claridad el conflicto de intereses y de valores que, dentro del tercer estado, enfrentaba a las distintas clases sociales (burguesía en sus diversas capas, artesanado, campesino, proletariado); así entonces se produjo la oposición entre la alta burguesía y los sans-culottes. Las revoluciones burguesas y las industriales rompieron definitivamente su unidad interna, para abocar en la aparición del proletariado (calificado como Cuarto Estado) como clase antagónica a la burguesía.
Crítica : es un texto importante para el conocimiento de algunos aspectos sociales de la revolución, pues es una manifestación de las ideas de los grupos revolucionarios moderados al comienzo de la Revolución Francesa, trascendente para explicar los inicios del proceso revolucionario. En este famoso ensayo Sieyés ensalza al tercer estado como clase protagonista de la revolución, definiendo al “ tercer estado “ y criticando los privilegios de la nobleza.
Fuente: http://thales.cica.es/rd/Recursos/rd99/ed99-0257-01/que3est.html
Extracto de Francisco BIlbao, en "El Evangelio Americano" (1864)
El Soberano.
Hombre de República, tu honor es ser Republicano, tu gloria es haber conquistado la República, tu derecho de gobernarte a ti mismo es la República, y tu deber es hacerlo siempre. No permitir jamás otro gobierno, ni otra autoridad sobre ti mismo que la propia autoridad de la conciencia, el propio y personal gobierno, la razón individual.
¿Por qué?, Porque el hombre es soberano. Si el hombre es soberano, no puede haber otra forma legítima de gobierno que la que consagre e instituya y realice la soberanía del hombre.
Si el hombre no es soberano, entonces la monarquía, el imperio, la teocracia, la aristocracia, la feudalidad, las castas sacerdotales, militares, propietarias, toda forma de opresión no solo posible, sino justa.
La moral y la religión que niegue la libertad es moral y religión de esclavos. La soberanía es el principio de todas las ciencias sociales.
Examinemos lo que es soberanía. Veamos si es el principio humano por esencia. Demostremos el axioma, si es posible.
El hombre es individuo. Es indivisible, él mismo y no otro. El individuo no se puede dividir. Dicha individualidad es la condición fundamental de su existencia. ¿Qué es lo que constituye la individualidad del hombre? Su pensamiento, su conciencia, su razón, su voluntad.
Un individuo Cuyos atributos esenciales son la razón y la voluntad, es una persona. La personalidad es la conciencia de la propia individualidad. Sé quién soy, por mi propio pensamiento. Si otro pensase por mí no sería yo, sería otro una parte de otro; y está probado que soy indivisible, impartible.
Sé que soy yo y no otro, por la conciencia de mi propia voluntad. SI otra voluntad operase en mí, no sería yo sino instrumento de otro, sería cosa de otro, que es lo que se llama esclavitud.
Si soy yo, individuo, persona, propiedad consciente de mi yo, porque yo soy el que pienso, el que ejecuto los actos de mi personalidad. Yo soy el SOBERANO.
Es decir que soy libre, la libertad es mi soberanía.
Soberanía es, pues, autoridad propia. Yo me mando, yo me gobierno. El gobierno verdadero del hombre es, pues, la soberanía del hombre. El gobierno falso es el que niega o no reconoce la igualdad de todo soberano.
El fondo, la esencia del verdadero gobierno es, pues, la igualdad.
La libertad sin la igualdad es el privilegio.
La igualdad sin la libertad es la nivelación de los esclavos.
Yo soy el hombre, todos los hombres. Mi libertad es la libertad de todos. Si ser libre es mi derecho, ser libre en todos, es lo que se llama mi DEBER.
Hombre de República, tu honor es ser Republicano, tu gloria es haber conquistado la República, tu derecho de gobernarte a ti mismo es la República, y tu deber es hacerlo siempre. No permitir jamás otro gobierno, ni otra autoridad sobre ti mismo que la propia autoridad de la conciencia, el propio y personal gobierno, la razón individual.
¿Por qué?, Porque el hombre es soberano. Si el hombre es soberano, no puede haber otra forma legítima de gobierno que la que consagre e instituya y realice la soberanía del hombre.
Si el hombre no es soberano, entonces la monarquía, el imperio, la teocracia, la aristocracia, la feudalidad, las castas sacerdotales, militares, propietarias, toda forma de opresión no solo posible, sino justa.
La moral y la religión que niegue la libertad es moral y religión de esclavos. La soberanía es el principio de todas las ciencias sociales.
Examinemos lo que es soberanía. Veamos si es el principio humano por esencia. Demostremos el axioma, si es posible.
El hombre es individuo. Es indivisible, él mismo y no otro. El individuo no se puede dividir. Dicha individualidad es la condición fundamental de su existencia. ¿Qué es lo que constituye la individualidad del hombre? Su pensamiento, su conciencia, su razón, su voluntad.
Un individuo Cuyos atributos esenciales son la razón y la voluntad, es una persona. La personalidad es la conciencia de la propia individualidad. Sé quién soy, por mi propio pensamiento. Si otro pensase por mí no sería yo, sería otro una parte de otro; y está probado que soy indivisible, impartible.
Sé que soy yo y no otro, por la conciencia de mi propia voluntad. SI otra voluntad operase en mí, no sería yo sino instrumento de otro, sería cosa de otro, que es lo que se llama esclavitud.
Si soy yo, individuo, persona, propiedad consciente de mi yo, porque yo soy el que pienso, el que ejecuto los actos de mi personalidad. Yo soy el SOBERANO.
Es decir que soy libre, la libertad es mi soberanía.
Soberanía es, pues, autoridad propia. Yo me mando, yo me gobierno. El gobierno verdadero del hombre es, pues, la soberanía del hombre. El gobierno falso es el que niega o no reconoce la igualdad de todo soberano.
El fondo, la esencia del verdadero gobierno es, pues, la igualdad.
La libertad sin la igualdad es el privilegio.
La igualdad sin la libertad es la nivelación de los esclavos.
Yo soy el hombre, todos los hombres. Mi libertad es la libertad de todos. Si ser libre es mi derecho, ser libre en todos, es lo que se llama mi DEBER.
lunes, 26 de abril de 2010
Textos sobre la Conquista como Catástrofe humana (Padre Bartolomé de Las Casas), y como gran aventura europea (Carta de Pedro de Valdivia).
Fuente:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/p244/12479514321225063632457/index.htm
Carta de Pedro de Valdivia
Al emperador Carlos V
(extractos)
La Serena, 4 de septiembre de 1545
S. C. C. M.:
Cinco años ha que vine de las provincias del Perú con provisiones del Marqués y gobernador don Francisco Pizarro a conquistar y poblar estas de la Nueva Extremadura, llamadas primero Chili, y descobrir otras adelante, y en todo este tiempo no he podido dar cuenta a V. M. de lo que he hecho en ellas por haberlo gastado en su cesáreo servicio. Y bien sé escribió el Marqués a V. M. cómo me envió, y dende ha un año que llegué a esta tierra envié por socorro a la cibdad del Cuzco al capitán Alonso de Monroy, mi teniente general, y halló allí al gobernador Vaca de Castro, el cual asimesmo escribió a V. M. dando razón de mí, y otro tanto hizo el capitán Monroy, con relación, aunque breve, de lo que había hecho hasta que de aquí partió, y tengo a muy buena dicha hayan venido a noticia de V. M. mis trabajos por indirectas, primero que las importunaciones de mis cartas, para por ellos pedir mercedes, las cuales estoy bien confiado me las hará V. M. en su tiempo, con aquella liberalidad que acostumbra pagar a sus súbditos y vasallos sus servicios; y aunque los míos no sean de tanto momento cuanto yo querría, por la voluntad que tengo de hacerlos los más crecidos que ser pudiesen, me hallo merecedor de todas las mercedes que V. M. será servido de me mandar hacer y las que yo en esta carta pediré; en tanto que los trabajos de pacificar lo poblado me dan lugar a despachar y enviar larga relación de toda esta tierra y la que tengo descubierta en nombre de V. M., y la voy a conquistar y poblar, suplico muy humillmente me sean otorgadas, pues las pido con celo de que mi buen propósito en su real servicio haga el fructo que deseo, que ésta es la mayor riqueza y contentamiento que puedo tener.
Sepa V. M. que cuando el Marqués don Francisco Pizarro me dio esta empresa, no había hombre que quisiese venir a esta tierra, y los que más huían della eran los que trajo el adelantado don Diego de Almagro, que como la desamparó, quedó tan mal infamada, que como de la pestilencia huían della; y aún muchas personas que me querían bien y eran tenidos por cuerdos, no me tovieron por tal cuando me vieron gastar la hacienda que tenía en empresa tan apartada del Perú, y donde el Adelantado no había perseverado, habiendo gastado él y los que en su compañía vinieron más de quinientos mill pesos de oro; y el fructo que hizo fue poner doblado ánimo a estos indios; y como vi el servicio que a V. M. se hacía en acreditársela, poblándola y sustentándola, para descobrir por ella hasta el Estrecho de Magallanes y Mar del Norte, procuré de me dar buena maña, y busqué prestado entre mercaderes y con lo que yo tenía y con amigos que me favorecieron, hice hasta ciento y cincuenta hombres de pie y caballo, con que vine a esta tierra; pasando en el camino todo grandes trabajos de hambres, guerras con indios, y otras malas venturas que en estas partes ha habido hasta el día de hoy en abundancia.
Por el mes de abril del año de mil quinientos treinta y nueve me dio el Marqués la provisión, y llegué a este valle de Mapocho por el fin del año de 1540. Luego procuré de venir a hablar a los caciques de la tierra, y con la diligencia que puse en corrérselas, creyendo éramos cantidad de cristianos, vinieron los más de paz y nos sirvieron cinco o seis meses bien, y esto hicieron por no perder sus comidas, que las tenían en el campo, y en este tiempo nos hicieron nuestras casas de madera y paja con la traza que les di, en un sitio donde fundé esta cibdad de Sanctiago del Nuevo Extremo, en nombre de V. M., en este dicho valle, como llegué a los 24 de febrero de 1541.
Fundada, y comenzando a poner alguna orden en la tierra, con recelo que los indios habían de hacer lo que han siempre acostumbrado en recogiendo sus comidas, que es alzarse, y conociéndoseles bien en el aviso que tenían de nos contar a todos; y como nos vieron asentar, pareciéndoles pocos, habiendo visto los muchos con que el Adelantado se volvió, creyendo que de temor dellos, esperaron estos días a ver si hacíamos lo mesmo, y viendo que no, determinaron hacérnoslo hacer por fuerza o matarnos; y para podernos defender y ofenderlos, en lo que proveí primeramente fue en tener mucho aviso en la vela, y en encerrar toda la comida posible, porque, ya que hiciesen ruindad, ésta no nos faltase; y así hice recoger tanta, que nos bastara para dos años y más, porque había en cantidad.
De indios tomados en el camino, cuando vine a esta tierra, supe cómo Mango Inga, señor natural del Cuzco, que anda rebelado del servicio de V. M., había enviado a avisar a los caciques della cómo veníamos, y que si querían nos volviésemos como Almagro, que escondiesen todo el oro, ovejas, ropa, lana y algodón y las comidas, porque como nosotros buscábamos esto, no hallándolo, nos tornaríamos. Y ellos lo cumplieron tan al pie de la letra, que se comieron las ovejas, que es gente que se da de buen tiempo, y el oro y todo lo demás quemaron, que aún a los propios vestidos no perdonaron, quedándose en carnes, y así han vivido, viven y vivirán hasta que sirvan. Y como en esto estaban bien prevenidos nos salieron de paz hasta ver si dábamos la vuelta, porque no les destruyésemos las comidas, que las de los años atrás también las quemaron, no dejando más de lo que habían menester hasta la cosecha.
En este medio tiempo, entre los fieros que nos hacían algunos indios que no querían venirnos a servir, nos decían, que nos habían de matar a todos, como el hijo de Almagro, que ellos llamaban Armero, había muerto en Pachacama al Apomacho, que así nombraban al gobernador Pizarro, y que, por esto, todos los cristianos del Perú se habían ido. Y tomados algunos destos indios y atormentados, dijeron que su cacique, que era el principal señor del valle de Canconcagua, que los del Adelantado llamaron Chili, tenía nueva dello de los caciques de Copayapo, y ellos de los de Atacama, y con esto acordó el procurador de la cibdad hacer un requerimiento al Cabildo para que me eligiese por gobernador en nombre de V. M., por la nueva de la muerte del dicho Marqués, cuyo teniente yo era, hasta que, informado V. M., enviase a mandar lo que más a su Real servicio conviniese. Y así, ellos y el pueblo, todos de un parecer, se juntaron y dijeron era bien, y dieron sus causas para que lo acebtase, y yo las mías para me excusar, y al fin me vencieron, aunque no por razones, sino porque me pusieron delante el servicio de V. M., y por parecer me convenía a aquella coyuntura, lo acebté. Ahí va el traslado de la elección como pasó para que siendo V. M. servido, lo vea.
Fecho esto, como no creí lo que los indios decían de la muerte del Marqués, por ser mentirosos, para enviarle a dar cuenta de lo que acá pasaba, como era obligado, había ido al valle de Canconcagua a la costa a entender en hacer un bergantín, y con ocho de caballo estaba haciendo escolta a doce hombres que trabajaban en él; recebí allí una carta del capitán Alonso de Monroy, en que me avisaba de cierta conjuración que se trataba entre algunos soldados que comigo vinieron de la parcialidad del Adelantado, de los cuales yo tenía confianza, para me matar. En recibiéndola, que fue a media noche, me partí y vine a esta cibdad, con voluntad de dar la vuelta dende a dos días, y detóveme más, avisando a los que quedaban viviesen sobre aviso, que a hacerlo, no los osaran acometer los indios. Y no curándose desto, andaban poco recatados, y de día sin armas; y así los mataron, que no se escaparon sino dos, que se supieron bien esconder, y la tierra toda se alzó. Hice aquí mi pesquisa; y hallé culpados a muchos, pero, por la necesidad en que estaba, ahorqué cinco, que fueron las cabezas, y disimulé con los demás; y con esto aseguré la gente. Confesaron en sus depusiciones que habían dejado concertado en las provincias del Perú con las personas que gobernaban al don Diego, que me matasen a mí acá por este tiempo, porque así harían ellos allá al Marqués Pizarro, por abril o mayo; y ésta fue su determinación, y irse a tener vida esenta en el Perú con los de su parcialidad, y desamparar la tierra, si no pudiesen sostenerla.
Luego tove noticia que se hacía junta de toda la tierra en dos partes para venir a hacernos la guerra, y yo con noventa hombres fui a dar en la mayor, dejando a mi teniente para la guardia de la cibdad con cincuenta, los treinta de caballo. Y en tanto que yo andaba con los unos, los otros vinieron sobre ella, y pelearon todo un día en peso con los cristianos, y le mataron veintitrés caballos y cuatro cristianos, y quemaron toda la cibdad, y comida, y la ropa, y cuanta hacienda teníamos, que no quedamos sino con los andrajos que teníamos para la guerra y con las armas que a cuestas traíamos, y dos porquezuelas y un cochinillo y una polla y un pollo y, hasta dos almuerzas de trigo, y al fin al venir de la noche, cobraron tanto ánimo los cristianos con el que su caudillo les ponía, que, con estar todos heridos, favoreciéndolos señor Sanctiago, que fueron los indios desbaratados, y mataron dellos grand cantidad; y otro día me hizo saber el capitán Monroy la victoria sangrienta con pérdida de lo que teníamos y quema de la cibdad. Y en esto comienzan la guerra de veras, como nos la hicieron, no queriendo sembrar, manteniéndose de unas cebolletas y una simiente menuda como avena, que da una yerba, y otras legumbres que produce de suyo esta tierra sin lo sembrar y en abundancia, que con esto y algún maicejo que sembraban entre las sierras podían pasar, como pasaron.
Como los indios vieron que nos disponíamos a sembrar, porque ellos no lo querían hacer, procuraban de nos destruir nuestras sementeras por constreñirnos a que de necesidad desamparásemos la tierra. Y como se me traslucían las necesidades en que la continua guerra nos había de poner, por prevenir a ellas y poder ser proveído en tanto que las podíamos sufrir, determiné enviar a las provincias del Perú al capitán Alonso de Monroy con cinco hombres, con los mejores caballos que tenía, que no pude darle más, y él se ofreció al peligro tan manifiesto por servir a V. M. y traerme remedio, que si de Dios no, de otro no lo esperaba, atento que sabía que ninguna gente se movería a venir a esta tierra por la ruin fama della, si de acá no iba quien la trujese y llevase oro para comprar los hombres a peso dél, y porque por do había de pasar estaba la tierra de guerra y había grandes despoblados, habían de ir a la ligera a noche sin mesón, determiné para mover los ánimos de los soldados, llevando muestra de la tierra, enviar hasta siete mill pesos, que en tanto que estove en el valle de Canconcagua entendiendo en el bergantín, los habían sacado los anaconcillas de los cristianos, que eran allí las minas, y me los dieron todos para el común bien; y porque no llevasen carga los caballos, hice seis pares de estriberas para ellos y guarniciones para las espadas y un par de vasos en que bebiesen, y de los estribos de hierro y guarniciones y de otro poco más que entre todos se buscó, les hice hacer herraduras hechizas a un herrero que truje con su fragua, con que herraron muy bien los caballos, y llevó cada uno para el suyo otras cuatro y cient clavos, y echándoles la bendición los encomendé a Dios y envié, encargando a mi teniente se acordase siempre en el frangente que quedaba.
Reformadas las personas y los caballos, que venían todos flacos por no haber visto desde el Perú hasta aquí un indio de paz, padeciendo mucha hambre, por hallar en todas partes alzados los mantenimientos, salí con toda la gente, que vino muy bien aderezada y a caballo, a cumplirles mi palabra, y fui a buscar los indios, y llegado a sus fuertes los hallé huídos todos, acogiéndose de la parte de Mauli hacia la mucha gente, dejando quemados todos sus pueblos y desamparado el mejor pedazo de tierra que hay en el mundo, que no parece sino que en la vida hobo indio en ella. Y en esto estábamos por el mes de abril del año de 1544, cuando llegó a esta costa un navío, que era de cuatro o cinco compañeros que de compañía lo compraron y cargaron de cosas necesarias, por granjear la vida, y hallaron la muerte; porque cuando al paraje desta tierra llegaron, venían tres hombres solos y un negro y sin batel, que los indios de Copoyapo los habían engañado y tomado el barco, y muerto al maestre y marineros, saliendo por agua, y treinta leguas deste puerto junto a Mauli dieron con temporal al través, y mataron los indios a los cristianos que habían quedado, y robaron y quemaron el navío.
Pasada la furia del invierno, mediado agosto, que comienza la primavera, fui al puerto, y sabiendo la voluntad del capitán, que era servir a V. M. en estas partes en lo que yo le mandase, y la persona que era, y lo que había hecho en su Real servicio, que ya yo lo sabía y le conocía del tiempo del Marqués, le hice mi teniente general en la mar y le envié a descubrir esta costa hacia el Estrecho de Magallanes, dándole otro navío y muy buena lente para que llevase en ambos, y a que me tomase posesión en nombre de V. M., de la tierra, y así fue. Lo que halló y hizo, verá V. M. por la fee que aquí va, y dello la da Juan de Cárdenas como escribano mayor del juzgado destas provincias, que en nombre de V. M. crié, que juntamente le envié por acompañado con él para lo que conviniese para al servicio de V. M.
Como dieron la vuelta el capitán Juan Baptista de Pastene, mi teniente, por la mar, y mi maestre de campo por la tierra de donde los había enviado, y que los indios comenzaban a asentar y sembrar, por poder ir yo adelante a buscar de dar de comer a doscientos hombres que tengo, que en lo repartido a esta cibdad, que es de aquí hasta Mauli, no hay para veinte y cinco vecinos, y es mucho, porque son treinta leguas en largo y catorce o quince en ancho, y porque me puedan venir caballos y yeguas para la gente que tengo, que en la guerra y trabajos della me han muerto la mayor parte que truje, eché este verano pasado a las minas los anaconcillas que nos servían, y nosotros con nuestros caballos les acarreábamos las comidas, por no fatigar a los naturales, hasta que asienten, trabajando éstos que tenemos por hermanos, por haberlos hallado en nuestras necesidades por tales, y ellos se huelgan viendo que hacen tanto fructo, y en las mazamorras que han dejado los indios de la tierra donde sacaban oro, han sacado hasta veinte y tres mill castellanos, con los cuales y con nuevos poderes y crédito para que me obligue en otros cient mill, envío al capitán Alonso de Monroy, para que tome segundo trabajo, a las provincias del Perú; y por responder a aquella tierra al Gobernador Vaca de Castro, que le he hallado en todo lo que al servicio de V. M. ha convenido como aquí digo; y para que haga saber a los mercaderes y gentes que se quisieren venir a avecindar, que vengan, porque esta tierra es tal, que para poder vivir en ella y perpetuarse no la hay mejor en el mundo; dígolo porque es muy llana, sanísima, de mucho contento; tiene cuatro meses de invierno, no más, que en ellos, si no es cuando hace cuarto la luna, que llueve un día o dos, todos los demás hacen tan lindos soles, que no hay para qué llegarse al fuego. El verano es tan templado y corren tan deleitosos aires, que todo el día se puede el hombre andar al sol, que no le es importuno. Es la más abundante de pastos y sementeras, y para darse todo género de ganado y plantas que se puede pintar; mucha y muy linda madera para hacer casas, infinidad otra de leña para el servicio dellas, y las minas riquísimas de oro, y toda la tierra está llena dello, y donde quiera que quisieren sacarlo allí hallarán en qué sembrar y con qué edeficar y agua, leña y yerba para sus ganados, que parece la crió Dios a posta para poderlo tener todo a la mano; y a que me compre caballos para dar a los que han muerto en la guerra como muy buenos soldados, hasta que tengan de qué los comprar, porque no es justo anden a pie, pues son buenos hombres de caballo y la tierra ha menester; y algunas yeguas para que con otras cincuenta que aquí hay al presente, no tenga de aquí adelante necesidad de enviar a traer caballos de otras partes; y para que diga a todos los gentiles hombres y súbditos de V. M. que no tienen allá de comer, que vengan con él, si lo desean tener acá. Y con este viaje, tengo por mí, los caminos y voluntades de los hombres se abrirán y vernán a esta tierra muchos sin dineros a tenerlos en ella, y cuando no, quien ha gastado lo de hasta aquí, y espera gastar lo de ahora, lo pagará y gastará otro tanto por acabar de acreditar la tierra y perpetuarla a V. M.; y el que está como yo al pie de la obra, ha gastado y espera gastar lo que digo y pasado los trabajos: vea V. M. qué puede hacer el que viniere por el Estrecho con gente nueva.
También envío al capitán Juan Baptista de Pastene, mi teniente por la mar, con algunos dineros y crédito a traerme por ella armas, herraje, pólvora y gente.
También quiero advertir a V. M. de una cosa: que yo envié a poblar la cibdad de la Serena, por la causa dicha de tener el camino abierto, y hice Cabildo y les di todas las demás abtoridades que convenía, en nombre de V. M., y esto me convino hacer y decir. Y porque las personas que allá envié fuesen de, buena gana, les deposité indios que nunca nacieron, por no decirles habían de ir sin ellos a trabajos de nuevo, después de haber pasado los tan crecidos de por acá. Así que, para mí tengo que como se haya hecho el efecto porque lo poblé, converná despoblarse si detrás de la cordillera de la nieve no se descubren indios que sirvan allí, porque no hay desde Copoyapo hasta el valle de Canconcagua, que es diez leguas de aquí, tres mil indios, y los vecinos que agora hay, que serán hasta diez, tienen a ciento y doscientos indios no más; y por esto me conviene, en tanto que hay seguridad de gente en esta tierra, con el trato della, tener una docena de criados míos en frontería con aquellos vecinos, y de lo que aquellos valles podrán servir a sus amos en esta cibdad de Sanctiago será con algúnd tributo y con tener un tambo en cada valle donde se acojan los cristianos que vinieren y les den de comer; y haránlo esto los indios muy de buena voluntad y no les será trabajo ninguno, antes se holgarán.
Así que, V. M. sepa que esta cibdad de Sanctiago del Nuevo Extremo es el primer escalón para armar sobre él los demás y ir poblando por ellos toda esta tierra a V. M. hasta el Estrecho de Magallanes y Mar del Norte. Y de aquí ha de comenzar la merced que V. M. será servido de me hacer, porque la perpetuidad desta tierra y los trabajos que por sustentarla he pasado, no son para más de poder emprehender lo de adelante; porque, a no haber hecho este pie y meterme más en la tierra sin poblar aquí, si del cielo no caían hombres y caballos, por la tierra era excusado venir pocos, y muchos menos por la falta de los mantenimientos, y por mar no pueden traerse caballos, por no ser para ellos la navegación; y con poblar aquí y sustentar ya Coquimbo de prestado, pueden ir y venir a placer todos los que quisieren. Y como me venga ahora gente, aunque no sea mucha, para la seguridad de aquí, y algunos caballos para dar a la que acá tengo a pie, entraré con ella a buscar donde les dar de comer y poblar y correr hasta el Estrecho, si fuese menester. Así que, este es el discurso de lo que se ha podido y pienso hacer y las razones porque se ha hecho, aunque en breve dichas.
Desta cibdad de la Serena, a 4 de septiembre 1545.-S. C. C. M.-Muy humillde súbdito y vasallo de V. M., que sus sacratísimos pies y manos besa.-PEDRO DE VALDIVIA.
domingo, 25 de abril de 2010
Pequeña Obra sobre Mercantilismo
LA FABULOSA PLATA DE POTOSI
... ¿y a dónde fue a parar esa plata?
(Adaptado de "Las Venas Abiertas de América Latina", de Eduardo Galeano.
Dicen que hasta las herraduras de los caballos eran de plata en la ciudad de Potosí... De plata eran también las vajillas de las casas, las cunas de los recién nacidos, los orinales de los señores... De plata se hacían los altares de las iglesias, y las alas de los angelitos que volaban sobre los altares...
ESPAÑOLA —Pero, ¿qué estáis inventando? ¿Os habéis vuelto locos?
ESPAÑOL —¡Será lo nunca visto! ¡Nadie olvidará la fiesta del Corpus de este año! ¡Un sueño! ¡Hablarán de esta ciudad en todo el Virreinato! ¡Levantaremos adoquín por adoquín, y así brillará hasta el suelo que pisamos!
Y levantaron adoquín por adoquín, y empedraron las calles de Potosí con barras de plata pura...
VECINA —Oiga, ¿y dónde estará ese lugar? Parece como un cuento de Alí Babá.
ABUELO —¡Por Dios, señora! ¡Quién no sabe dónde está la ciudad de Potosí?
VECINA —¿Y dónde está, pues?
ABUELO —Pues... pues... Potosí... Potosí... ¡Potosí está ahí!
VECINA —¿Dónde ahí?
ABUELO —Entiendo yo que en Colombia... o no sé, no sé... más bien yendo hacia Venezuela por el sur, por la frontera... digamos que...
VECINA —¿Digamos qué?
ABUELO —Bueno, digamos que... no sé. Realmente no sé.
COMPADRE —Pues hace 400 años todo el mundo sabía demasiado bien dónde estaba Potosí.
En el corazón de Bolivia, en los altos páramos andinos, está la Villa Imperial de Potosí. Y en Potosí, está el Cerro Rico, el Sumag Orgo la mayor mina de plata de nuestro continente. En los primeros años de la colonia española y durante muchísimos años más, Potosí fue la ciudad más grande de América, cuando ni siquiera se oía hablar de Nueva York. Tenía más población que las más importantes ciudades de Europa: Roma, París, Sevilla... La fabulosa mina fue descubierta apenas 50 años después de llegar Colón a América. Y desde ese momento, se volcó sobre Potosí una avalancha de buscadores de tesoros, caballeros, soldados y frailes. En pocos años se hacían ricos y levantaban con la plata, templos, palacios, monasterios y burdeles...
ESPAÑOLA —¡Lo que me encanta de esta ciudad es que aquí se le puede prender un candil a Dios y otro al diablo...!
ESPAÑOL —¡Y los dos candiles de plata, mamita!
Los españoles le abrieron cinco mil túneles al cerro para sacar el mineral. Y aparecían filones brillantes de plata pura. Después, hasta barrían el polvo con escobilla para no perder ni un gramo. Durante más de 200 años aquella montaña estuvo produciendo plata... ¡y mucha plata!
ESPAÑOL —¡Otro filón de plataaa...!
La plata entraba por la boca de los hornos y ya convertida en barras era llevada en caravanas de llamas y mulas hacia el puerto...
ESPAÑOL —¡Levantad anclas!... ¡Arriba las velas!... ¡Rumbo a España!
Los galeones, cargados de barras de plata, ponían rumbo hacia el puerto español de Sevilla...
ESPAÑOL —¡Ha llegado otro barco de las Américas! ¡Tirad anclas! ¡Preparaos a desembarcar!
Ya en España, la plata de Potosí entraba a los talleres de laminación...
Y así un año, y otro año, y otro año...
ESPAÑOL —¡Otro filón de plata! ¡Levantad anclas! ¡Rumbo a España! ¡Ha llegado otro barco de las Américas!
Potosí se convirtió en la bocamina de América. Durante los primeros 150 años de la colonia española llegaron a Sevilla 35 millones de libras de plata fina. Una cantidad muy difícil de imaginar. Se decía entonces que con ella se podría haber construido un puente de pura plata desde la cumbre del Cerro Rico hasta la misma puerta del palacio de los reyes españoles, al otro lado del mar inmenso.
VECINA —Bien bonita la historia ésta... Digo yo, que si no hicieron el puente, por lo menos, cada señora de España tendría sus tres collares, sus pulseritas, su buen anillo... ¿A que sí?
COMPADRE —A que no. Porque la plata de Potosí casi no se usó para hacer joyas, sino para fabricar con ellas dinero, monedas.
ABUELO —Pero no serian como éstas de ahora que las hacen de cualquier chatarra vieja.
COMPADRE —No, aquellas eran de plata pura. La plata era el dinero de aquellos tiempos.
VECINA —Pues aunque sea sin collares la historia sigue siendo bonita y me hubiera gustado vivir allí. Con tanta moneda, todos serían ricos.
COMPADRE —Pues fíjese que ni eso. Ese dinero ni lo veían los españoles. Ni siquiera se quedaba en España. Las cosas andaban bien mal en aquel país. Y la plata que sacaban de Potosí pasaba rápidamente del bolsillo del Rey de España al bolsillo de los comerciantes y de los banqueros de los otros países de Europa.
CARLOS V —Mi estimado banquero Függer: estoy cada día más preocupado.
FUGGER —Mi estimado Rey de España: ¿por qué os preocupáis?... ¿Por las deudas que tenéis pendientes con nosotros?
CARLOS V —No, no es eso... Lo que me preocupa es el demonio y los endemoniados herejes... Son malos tiempos estos, querido banquero, y el demonio anda suelto por cada rincón de mi imperio... ¡Hay que defender la fe! ¡La religión está amenazada por mis enemigos, esos malditos protestantes!
FUGGER —Majestad, ya sabéis que con cañones y escudos se vence al demonio y a los protestantes. ¿Cuántas armas necesitáis?... Si tenéis suficiente plata, de esa tan pura y tan abundante que os está llegando de América, no tenéis por qué inquietaros... Nuestros bancos se ocuparán del resto...
CARLOS V —Mi querido Fürgger, en las manos de España Dios ha puesto más plata que la que Europa entera pueda siquiera imaginar... ¡Las minas de Potosí! Somos los dueños de un imperio donde no se pone el sol y en donde no se acaba la plata.
España estaba hipotecada. Pero el Rey Carlos V y los reyes que le siguieron, gastaban los tesoros de América en inacabables guerras religiosas, en derroches cortesanos y en pagar deudas cada vez más gigantescas... Ni toda la plata de Potosí sirvió para salvar a España de la ruina. Y en 200 años más, el país estaba en una total bancarrota.
COMPADRE —Antes que los barcos con la plata llegaran a Sevilla, ya el rey español los tenia entregados a los banqueros que le andaban detrás para que pagara. Estaban los Weiser y los Fürgger, que eran alemanes, los Shetz, los Grimaldi italianos...
Había ingleses, holandeses, franceses... Todos esperando para cobrar sus deudas...
VECINA —¡Ajajá! Entonces España tenía la vaca, ¡pero otros se tomaban la leche!
COMPADRE —Así mismito. Y era mucha la leche que se tomaban. Si, América era un negocio europeo. Los países de Europa, los que hoy llamamos de la Comunidad Europea, ésos eran los que se tomaban la leche.
ABUELO —¿Y qué hicieron con tanta leche... digo, con tanta plata?
COMPADRE —Bueno, ellos sabrán lo que hicieron...
VECINA —Oiga, ¿y ese señor que estuvo antes hablando con el rey de España, ése era un europeo, verdad?
COMPADRE —Si, era un banquero alemán.
VECINA —¿Y no podría hablar yo un rato con él, a ver si me aclara un poco todo este asunto...?
FUGGER —¿Quién me molesta?... Ah, es usted.
VECINA —Pues sí, señor banquero... Quisiera preguntarle una cosa.
FUGGER —Pregunte usted, señora.
VECINA —Pues... pues... ¿cómo le diría?... Yo quiero saber qué es lo que hicieron ustedes con toda la plata que se llevaron de Potosí?
FUGGER —¿Qué nos llevamos? Señora, no hable de esa manera. Esa plata nos la pagó a nosotros el rey de España. El debía, nosotros cobrábamos.
VECINA —¡Vaya gracia! Un ladrón robándole a otro ladrón...
FUGGER —Un poco más de educación, señora, por favor...
VECINA —Está bien, está bien, dejemos eso... Pero con-teste a mi pregunta: yo lo que quiero saber es dónde están metidos todos esos montones y montones de plata... Porque, que yo sepa, no levantaron ningún puente sobre el mar... ¿Qué hicieron entonces? ¿La guardaron? ¿En qué la gastaron?
FUGGER —Pues verá, nosotros empezamos a... Ni intente comprender, señora, eso es un secreto profesional...
VECINA —¡Qué secreto ni qué cuento chino! Por qué no contesta? Yo quiero que me diga qué hicieron ustedes con todo ese dineral que se llevaron de aquí?
FUGGER —Señora, ¿para qué remover el pasado? Todo esto ocurrió hace siglos. Estamos ante un secreto histórico algo complicado. No intente comprender.
VECINA —¡Vaya con el banquero secretista!
COMPADRE —Sin pleitos, sin pleitos... A ver, don Függer, retírese por favor...
ABUELO —Óigame, señora, esos no son modos... Así no se trata a los personajes de la historia.
VECINA —¡Pero es que ese banquero me cargó con tanto secreto!
ABUELO —Esas cosas son muy complicadas, señora. ¿Cómo vamos a entender nosotros los enredos de los economistas?
COMPADRE —Pues la verdad es que no hay ni mucho enredo ni mucho secreto. La cosa es tan clara como el agua de lluvia. ¿Ustedes vean todos esos países de Europa, tan refinados, tan elegantes, que fabrican desde una computadora y un avión supersónico hasta un perfume de lujo; esos países donde sobran autopistas, automóviles, industrias de todas clases; esos que llamamos »los países del primer mundo», los de la Comunidad Europea, los países desarrollados? Pues el gran secreto es que se desarrollaron a costillas nuestras. Que en la raíz de todo su desarrollo está nuestra plata, la plata de Potosí, la que empezaron a acumular hace 400 años.
VECINA —¡Anjá! ¿Con que eso era lo que el banquero no se atrevía a decir?
COMPADRE —Eso era. No quieren reconocer que Europa se levantó con dinero robado. Que las riquezas europeas se deben a que hace siglos nos saquearon. Potosí fue la vena yugular de América. Toda la sangre se la chuparon ellos.
ABUELO —Hombre, pero usted olvida algo importantísimo: que los europeos son, a más de inteligentes, gente trabajadora y ahorrativa.
COMPADRE —¿Ahorrativa?... ¡Jugaron con ventaja, amigo! Se dice pronto: 35 millones de libras de plata robadas. ¡Montañas de dinero, así, mansitas!... En toda la historia de la humanidad, nunca se había acumulado tanto dinero en tan poco tiempo. Imagínense que las riquezas que sacó España de Potosí eran tres veces más que las que tenían toditos los países de Europa juntos. Y ahí está el secreto: con tanta plata les alcanzó para todo, para enriquecerse y para construir todo tipo de fábricas. ¿Y qué pasaba después? Que lo que hacían en esas fábricas nos lo venían a vender a nosotros aquí. ¡Negocio redondo! Primero les quito la plata y después les vendo lo que fabrico con esa misma plata. De ese jueguito vivían los ricos de Europa y sus compinches, los españoles ricos de Potosí...
PREGONERO —¡Señoras y señoritas de Potosí!... Vean, vean las nuevas mercancías llegadas de Europa... ¡Finísimas telas de Italia!... ¡Elegantes sombreros de París y Londres!... Oui, oui, mademoiselles, voilá la creçme!... Encajes, espejos y tapices de Flandes!... Bellísimos bordados de Holanda!
Potosí era la ciudad más cara del mundo. En su mercado no faltaba para los colonos españoles ni uno solo de los productos más exquisitos de aquel tiempo. Aquella sociedad derrochadora y fiestera lo compraba todo con la plata...
PREGONERO —¡Cristales de Venecia! Signorina mía, ponga en su encantador piecesito una media di Napoli!... Mamma mía!... Vean, vean, espadas de Alemania, sedas de Francia...
ESPAÑOLA —Ayer compré este sombrero de plumas... Dicen que en París es el último alarido de la moda... ¿Te gusta?
OTRA —¡Es precioso! Pero tendrás que comprarte otro más elegante para el próximo baile... ¿supiste? En Sucre leyeron el bando: la fiesta por la coronación del rey Felipe II durará 24 días... ¡con 24 noches!
ESPAÑOLA —¡Oh, lá lá!... Mientras haya plata, no faltará aquí la algazara.
ESPAÑOL —¡Ciudad de novedades y desvergüenzas!
ESPAÑOLA —Ciudad encantada, mi amor... ¿Cuándo en España pudiste ir a un banquete así?
Doña Cecilia Contreras de Torres, señora de Ubina, y doña María de las Mercedes Torralba de Gramajo, señora de Colquechaca, competían a ver quién daba fiestas con mayor lujo y con más sonado derroche...
ESPAÑOLA —Anda a tirar las bandejas y los platos por el balcón principal, Micaela...
CRIADA —Pero son de plata, señora...
ESPAÑOLA —Por eso mismo, tonta... ¡para que vea la lechuzona de Cecilia, que si ella es rica, nosotros ya somos millonarios! Tira la mitad de la vajilla de plata... ¡y procura que haga bastante ruido al caer!
INDIO QUECHUA —Soy Juan Mamani. De Potosí soy. Del Potosí de ahora, donde ya acabaron fiestas, donde ya acabó la plata. Al cerro le abrieron mil agujeros y por ahí se le salieron sus entrañas. En el cerro de la plata trabajaron abuelos de mis abuelos. En las noches escuché contar que dura era la tarea, pues. Amaneciendo día lunes, los metían cerro adentro. Arreados como mulas iban. Allí, en el vientre de la montaña, pasaban la semana toda sin ver el sol, picando la plata alumbrándose con velas. Dormían dentro. Mascaban coca dentro para asustar el hambre. Y respiraban polvo de enfermedad, que era el llanto del cerro. El domingo salían fuera, al viento helado, desde el fondo del infierno. Y entero el domingo pasaban olvidando, bebiendo chicha hasta caer por el suelo. El látigo del español, listo siempre. «Indio escucha por la espalda», decían cuando pegaban.
Morían en el cerro, dentro del cerro, quebradas las cabezas, reventados los pechos. Morían cuando los arrastraban desde su campo a la mina. Era la tristeza del corazón y el frío los que mataban en el camino. Morían. Murieron mujeres, hasta niñitas murieron. Por eso rezaban al dios del cerro para que sacara ya la plata. Vino ya al día en que Taita Dios escuchó la voz de los muertos y de los que aún vivían. Maldijo la codicia de los blancos. Y no sangró plata nunca más el cerro. Se acabó.
Después de más de dos siglos de explotación, cuando la plata se acabó, Potosí cayó en el vacío. La ciudad más rica de América se hundió en la mayor miseria. Lo mismo pasó en Zacatecas y Guanajuato, en México, y más tarde, en Ouro Preto, en Brasil. En las grandes ciudades mineras de América, en las que hicieron rica a Europa, hoy sólo quedan vivos los fantasmas de la riqueza muerta.
Bolivia es el país más pobre de la América del Sur, uno de los más pobres de todo el mundo. Potosí no es hoy más que una pobre ciudad de la pobre Bolivia. La ciudad que más ha dado al mundo y la que menos tiene. El Cerro Rico, a cinco mil metros de altura, parece una muela cariada. En sus túneles 8 millones de indios fueron sacrificados para enriquecer a Europa. 8 millones de cadáveres quedaron en los socavones de la fabulosa montaña de la plata.
COMPADRE —Ocho millones... ¿Se da cuenta? 8 millones de vidas costó el relajo de Potosí, el robo más grande de la conquista española.
ABUELO —¿Y usted no estará exagerando un poco? Me parecen demasiados los...
COMPADRE —¿Quiere regatear? Está bien, rebaje a 3 ó a 6 ó a 4 millones el número de los mineros muertos... ¿Es menos crimen por eso?
ABUELO —Sí, todo es muy triste, yo no lo niego, pero a mí me parece que tampoco podemos juzgar las cosas de antes con los criterios de ahora.
VECINA —¿Ah no? ¡Pues a mí lo que me parece es que matar y robar al prójimo es un delito ayer, hoy y mañana! ¡Al pan, pan y al canalla, cárcel!
ABUELO —Tranquilícese, señora, no se ponga así...
VECINA —¿Y cómo me voy a poner? Si no se puede uno imaginar ni tantos montones de plata ni las botaraterías de esa «señora de los gargajos» ni el abuso de Europa ni tanta muerte...
ABUELO —Está bien, está bien, pero eso ya pasó hace muchos años...
VECINA —Muchos años, pero yo me enteré ahora. Y me duele, me duele por más que esa sangre ya esté seca...
... ¿y a dónde fue a parar esa plata?
(Adaptado de "Las Venas Abiertas de América Latina", de Eduardo Galeano.
Dicen que hasta las herraduras de los caballos eran de plata en la ciudad de Potosí... De plata eran también las vajillas de las casas, las cunas de los recién nacidos, los orinales de los señores... De plata se hacían los altares de las iglesias, y las alas de los angelitos que volaban sobre los altares...
ESPAÑOLA —Pero, ¿qué estáis inventando? ¿Os habéis vuelto locos?
ESPAÑOL —¡Será lo nunca visto! ¡Nadie olvidará la fiesta del Corpus de este año! ¡Un sueño! ¡Hablarán de esta ciudad en todo el Virreinato! ¡Levantaremos adoquín por adoquín, y así brillará hasta el suelo que pisamos!
Y levantaron adoquín por adoquín, y empedraron las calles de Potosí con barras de plata pura...
VECINA —Oiga, ¿y dónde estará ese lugar? Parece como un cuento de Alí Babá.
ABUELO —¡Por Dios, señora! ¡Quién no sabe dónde está la ciudad de Potosí?
VECINA —¿Y dónde está, pues?
ABUELO —Pues... pues... Potosí... Potosí... ¡Potosí está ahí!
VECINA —¿Dónde ahí?
ABUELO —Entiendo yo que en Colombia... o no sé, no sé... más bien yendo hacia Venezuela por el sur, por la frontera... digamos que...
VECINA —¿Digamos qué?
ABUELO —Bueno, digamos que... no sé. Realmente no sé.
COMPADRE —Pues hace 400 años todo el mundo sabía demasiado bien dónde estaba Potosí.
En el corazón de Bolivia, en los altos páramos andinos, está la Villa Imperial de Potosí. Y en Potosí, está el Cerro Rico, el Sumag Orgo la mayor mina de plata de nuestro continente. En los primeros años de la colonia española y durante muchísimos años más, Potosí fue la ciudad más grande de América, cuando ni siquiera se oía hablar de Nueva York. Tenía más población que las más importantes ciudades de Europa: Roma, París, Sevilla... La fabulosa mina fue descubierta apenas 50 años después de llegar Colón a América. Y desde ese momento, se volcó sobre Potosí una avalancha de buscadores de tesoros, caballeros, soldados y frailes. En pocos años se hacían ricos y levantaban con la plata, templos, palacios, monasterios y burdeles...
ESPAÑOLA —¡Lo que me encanta de esta ciudad es que aquí se le puede prender un candil a Dios y otro al diablo...!
ESPAÑOL —¡Y los dos candiles de plata, mamita!
Los españoles le abrieron cinco mil túneles al cerro para sacar el mineral. Y aparecían filones brillantes de plata pura. Después, hasta barrían el polvo con escobilla para no perder ni un gramo. Durante más de 200 años aquella montaña estuvo produciendo plata... ¡y mucha plata!
ESPAÑOL —¡Otro filón de plataaa...!
La plata entraba por la boca de los hornos y ya convertida en barras era llevada en caravanas de llamas y mulas hacia el puerto...
ESPAÑOL —¡Levantad anclas!... ¡Arriba las velas!... ¡Rumbo a España!
Los galeones, cargados de barras de plata, ponían rumbo hacia el puerto español de Sevilla...
ESPAÑOL —¡Ha llegado otro barco de las Américas! ¡Tirad anclas! ¡Preparaos a desembarcar!
Ya en España, la plata de Potosí entraba a los talleres de laminación...
Y así un año, y otro año, y otro año...
ESPAÑOL —¡Otro filón de plata! ¡Levantad anclas! ¡Rumbo a España! ¡Ha llegado otro barco de las Américas!
Potosí se convirtió en la bocamina de América. Durante los primeros 150 años de la colonia española llegaron a Sevilla 35 millones de libras de plata fina. Una cantidad muy difícil de imaginar. Se decía entonces que con ella se podría haber construido un puente de pura plata desde la cumbre del Cerro Rico hasta la misma puerta del palacio de los reyes españoles, al otro lado del mar inmenso.
VECINA —Bien bonita la historia ésta... Digo yo, que si no hicieron el puente, por lo menos, cada señora de España tendría sus tres collares, sus pulseritas, su buen anillo... ¿A que sí?
COMPADRE —A que no. Porque la plata de Potosí casi no se usó para hacer joyas, sino para fabricar con ellas dinero, monedas.
ABUELO —Pero no serian como éstas de ahora que las hacen de cualquier chatarra vieja.
COMPADRE —No, aquellas eran de plata pura. La plata era el dinero de aquellos tiempos.
VECINA —Pues aunque sea sin collares la historia sigue siendo bonita y me hubiera gustado vivir allí. Con tanta moneda, todos serían ricos.
COMPADRE —Pues fíjese que ni eso. Ese dinero ni lo veían los españoles. Ni siquiera se quedaba en España. Las cosas andaban bien mal en aquel país. Y la plata que sacaban de Potosí pasaba rápidamente del bolsillo del Rey de España al bolsillo de los comerciantes y de los banqueros de los otros países de Europa.
CARLOS V —Mi estimado banquero Függer: estoy cada día más preocupado.
FUGGER —Mi estimado Rey de España: ¿por qué os preocupáis?... ¿Por las deudas que tenéis pendientes con nosotros?
CARLOS V —No, no es eso... Lo que me preocupa es el demonio y los endemoniados herejes... Son malos tiempos estos, querido banquero, y el demonio anda suelto por cada rincón de mi imperio... ¡Hay que defender la fe! ¡La religión está amenazada por mis enemigos, esos malditos protestantes!
FUGGER —Majestad, ya sabéis que con cañones y escudos se vence al demonio y a los protestantes. ¿Cuántas armas necesitáis?... Si tenéis suficiente plata, de esa tan pura y tan abundante que os está llegando de América, no tenéis por qué inquietaros... Nuestros bancos se ocuparán del resto...
CARLOS V —Mi querido Fürgger, en las manos de España Dios ha puesto más plata que la que Europa entera pueda siquiera imaginar... ¡Las minas de Potosí! Somos los dueños de un imperio donde no se pone el sol y en donde no se acaba la plata.
España estaba hipotecada. Pero el Rey Carlos V y los reyes que le siguieron, gastaban los tesoros de América en inacabables guerras religiosas, en derroches cortesanos y en pagar deudas cada vez más gigantescas... Ni toda la plata de Potosí sirvió para salvar a España de la ruina. Y en 200 años más, el país estaba en una total bancarrota.
COMPADRE —Antes que los barcos con la plata llegaran a Sevilla, ya el rey español los tenia entregados a los banqueros que le andaban detrás para que pagara. Estaban los Weiser y los Fürgger, que eran alemanes, los Shetz, los Grimaldi italianos...
Había ingleses, holandeses, franceses... Todos esperando para cobrar sus deudas...
VECINA —¡Ajajá! Entonces España tenía la vaca, ¡pero otros se tomaban la leche!
COMPADRE —Así mismito. Y era mucha la leche que se tomaban. Si, América era un negocio europeo. Los países de Europa, los que hoy llamamos de la Comunidad Europea, ésos eran los que se tomaban la leche.
ABUELO —¿Y qué hicieron con tanta leche... digo, con tanta plata?
COMPADRE —Bueno, ellos sabrán lo que hicieron...
VECINA —Oiga, ¿y ese señor que estuvo antes hablando con el rey de España, ése era un europeo, verdad?
COMPADRE —Si, era un banquero alemán.
VECINA —¿Y no podría hablar yo un rato con él, a ver si me aclara un poco todo este asunto...?
FUGGER —¿Quién me molesta?... Ah, es usted.
VECINA —Pues sí, señor banquero... Quisiera preguntarle una cosa.
FUGGER —Pregunte usted, señora.
VECINA —Pues... pues... ¿cómo le diría?... Yo quiero saber qué es lo que hicieron ustedes con toda la plata que se llevaron de Potosí?
FUGGER —¿Qué nos llevamos? Señora, no hable de esa manera. Esa plata nos la pagó a nosotros el rey de España. El debía, nosotros cobrábamos.
VECINA —¡Vaya gracia! Un ladrón robándole a otro ladrón...
FUGGER —Un poco más de educación, señora, por favor...
VECINA —Está bien, está bien, dejemos eso... Pero con-teste a mi pregunta: yo lo que quiero saber es dónde están metidos todos esos montones y montones de plata... Porque, que yo sepa, no levantaron ningún puente sobre el mar... ¿Qué hicieron entonces? ¿La guardaron? ¿En qué la gastaron?
FUGGER —Pues verá, nosotros empezamos a... Ni intente comprender, señora, eso es un secreto profesional...
VECINA —¡Qué secreto ni qué cuento chino! Por qué no contesta? Yo quiero que me diga qué hicieron ustedes con todo ese dineral que se llevaron de aquí?
FUGGER —Señora, ¿para qué remover el pasado? Todo esto ocurrió hace siglos. Estamos ante un secreto histórico algo complicado. No intente comprender.
VECINA —¡Vaya con el banquero secretista!
COMPADRE —Sin pleitos, sin pleitos... A ver, don Függer, retírese por favor...
ABUELO —Óigame, señora, esos no son modos... Así no se trata a los personajes de la historia.
VECINA —¡Pero es que ese banquero me cargó con tanto secreto!
ABUELO —Esas cosas son muy complicadas, señora. ¿Cómo vamos a entender nosotros los enredos de los economistas?
COMPADRE —Pues la verdad es que no hay ni mucho enredo ni mucho secreto. La cosa es tan clara como el agua de lluvia. ¿Ustedes vean todos esos países de Europa, tan refinados, tan elegantes, que fabrican desde una computadora y un avión supersónico hasta un perfume de lujo; esos países donde sobran autopistas, automóviles, industrias de todas clases; esos que llamamos »los países del primer mundo», los de la Comunidad Europea, los países desarrollados? Pues el gran secreto es que se desarrollaron a costillas nuestras. Que en la raíz de todo su desarrollo está nuestra plata, la plata de Potosí, la que empezaron a acumular hace 400 años.
VECINA —¡Anjá! ¿Con que eso era lo que el banquero no se atrevía a decir?
COMPADRE —Eso era. No quieren reconocer que Europa se levantó con dinero robado. Que las riquezas europeas se deben a que hace siglos nos saquearon. Potosí fue la vena yugular de América. Toda la sangre se la chuparon ellos.
ABUELO —Hombre, pero usted olvida algo importantísimo: que los europeos son, a más de inteligentes, gente trabajadora y ahorrativa.
COMPADRE —¿Ahorrativa?... ¡Jugaron con ventaja, amigo! Se dice pronto: 35 millones de libras de plata robadas. ¡Montañas de dinero, así, mansitas!... En toda la historia de la humanidad, nunca se había acumulado tanto dinero en tan poco tiempo. Imagínense que las riquezas que sacó España de Potosí eran tres veces más que las que tenían toditos los países de Europa juntos. Y ahí está el secreto: con tanta plata les alcanzó para todo, para enriquecerse y para construir todo tipo de fábricas. ¿Y qué pasaba después? Que lo que hacían en esas fábricas nos lo venían a vender a nosotros aquí. ¡Negocio redondo! Primero les quito la plata y después les vendo lo que fabrico con esa misma plata. De ese jueguito vivían los ricos de Europa y sus compinches, los españoles ricos de Potosí...
PREGONERO —¡Señoras y señoritas de Potosí!... Vean, vean las nuevas mercancías llegadas de Europa... ¡Finísimas telas de Italia!... ¡Elegantes sombreros de París y Londres!... Oui, oui, mademoiselles, voilá la creçme!... Encajes, espejos y tapices de Flandes!... Bellísimos bordados de Holanda!
Potosí era la ciudad más cara del mundo. En su mercado no faltaba para los colonos españoles ni uno solo de los productos más exquisitos de aquel tiempo. Aquella sociedad derrochadora y fiestera lo compraba todo con la plata...
PREGONERO —¡Cristales de Venecia! Signorina mía, ponga en su encantador piecesito una media di Napoli!... Mamma mía!... Vean, vean, espadas de Alemania, sedas de Francia...
ESPAÑOLA —Ayer compré este sombrero de plumas... Dicen que en París es el último alarido de la moda... ¿Te gusta?
OTRA —¡Es precioso! Pero tendrás que comprarte otro más elegante para el próximo baile... ¿supiste? En Sucre leyeron el bando: la fiesta por la coronación del rey Felipe II durará 24 días... ¡con 24 noches!
ESPAÑOLA —¡Oh, lá lá!... Mientras haya plata, no faltará aquí la algazara.
ESPAÑOL —¡Ciudad de novedades y desvergüenzas!
ESPAÑOLA —Ciudad encantada, mi amor... ¿Cuándo en España pudiste ir a un banquete así?
Doña Cecilia Contreras de Torres, señora de Ubina, y doña María de las Mercedes Torralba de Gramajo, señora de Colquechaca, competían a ver quién daba fiestas con mayor lujo y con más sonado derroche...
ESPAÑOLA —Anda a tirar las bandejas y los platos por el balcón principal, Micaela...
CRIADA —Pero son de plata, señora...
ESPAÑOLA —Por eso mismo, tonta... ¡para que vea la lechuzona de Cecilia, que si ella es rica, nosotros ya somos millonarios! Tira la mitad de la vajilla de plata... ¡y procura que haga bastante ruido al caer!
INDIO QUECHUA —Soy Juan Mamani. De Potosí soy. Del Potosí de ahora, donde ya acabaron fiestas, donde ya acabó la plata. Al cerro le abrieron mil agujeros y por ahí se le salieron sus entrañas. En el cerro de la plata trabajaron abuelos de mis abuelos. En las noches escuché contar que dura era la tarea, pues. Amaneciendo día lunes, los metían cerro adentro. Arreados como mulas iban. Allí, en el vientre de la montaña, pasaban la semana toda sin ver el sol, picando la plata alumbrándose con velas. Dormían dentro. Mascaban coca dentro para asustar el hambre. Y respiraban polvo de enfermedad, que era el llanto del cerro. El domingo salían fuera, al viento helado, desde el fondo del infierno. Y entero el domingo pasaban olvidando, bebiendo chicha hasta caer por el suelo. El látigo del español, listo siempre. «Indio escucha por la espalda», decían cuando pegaban.
Morían en el cerro, dentro del cerro, quebradas las cabezas, reventados los pechos. Morían cuando los arrastraban desde su campo a la mina. Era la tristeza del corazón y el frío los que mataban en el camino. Morían. Murieron mujeres, hasta niñitas murieron. Por eso rezaban al dios del cerro para que sacara ya la plata. Vino ya al día en que Taita Dios escuchó la voz de los muertos y de los que aún vivían. Maldijo la codicia de los blancos. Y no sangró plata nunca más el cerro. Se acabó.
Después de más de dos siglos de explotación, cuando la plata se acabó, Potosí cayó en el vacío. La ciudad más rica de América se hundió en la mayor miseria. Lo mismo pasó en Zacatecas y Guanajuato, en México, y más tarde, en Ouro Preto, en Brasil. En las grandes ciudades mineras de América, en las que hicieron rica a Europa, hoy sólo quedan vivos los fantasmas de la riqueza muerta.
Bolivia es el país más pobre de la América del Sur, uno de los más pobres de todo el mundo. Potosí no es hoy más que una pobre ciudad de la pobre Bolivia. La ciudad que más ha dado al mundo y la que menos tiene. El Cerro Rico, a cinco mil metros de altura, parece una muela cariada. En sus túneles 8 millones de indios fueron sacrificados para enriquecer a Europa. 8 millones de cadáveres quedaron en los socavones de la fabulosa montaña de la plata.
COMPADRE —Ocho millones... ¿Se da cuenta? 8 millones de vidas costó el relajo de Potosí, el robo más grande de la conquista española.
ABUELO —¿Y usted no estará exagerando un poco? Me parecen demasiados los...
COMPADRE —¿Quiere regatear? Está bien, rebaje a 3 ó a 6 ó a 4 millones el número de los mineros muertos... ¿Es menos crimen por eso?
ABUELO —Sí, todo es muy triste, yo no lo niego, pero a mí me parece que tampoco podemos juzgar las cosas de antes con los criterios de ahora.
VECINA —¿Ah no? ¡Pues a mí lo que me parece es que matar y robar al prójimo es un delito ayer, hoy y mañana! ¡Al pan, pan y al canalla, cárcel!
ABUELO —Tranquilícese, señora, no se ponga así...
VECINA —¿Y cómo me voy a poner? Si no se puede uno imaginar ni tantos montones de plata ni las botaraterías de esa «señora de los gargajos» ni el abuso de Europa ni tanta muerte...
ABUELO —Está bien, está bien, pero eso ya pasó hace muchos años...
VECINA —Muchos años, pero yo me enteré ahora. Y me duele, me duele por más que esa sangre ya esté seca...
jueves, 15 de abril de 2010
Mercantilistas
Mercantilistas
Las ideas mercantilistas se desarrollaron durante los siglos XV y XVI y alcanzaron su apogeo en el siglo XVII. Los mercantilistas no estaban interesados principalmente en obtener una reflexión sistemática sobre el funcionamiento económico, su eje era encontrar la política económica capaz de permitirle al Estado ser más rico y más poderoso. Sus ideas expresaban sobre todo los intereses y las ambiciones de los mercaderes, que formaban parte de una nueva clase social en ascenso: la burguesía. La preocupación de los mercantilistas giraba alrededor de la acumulación de metales preciosos, fundamentalmente oro.
Los Estados obtenían este oro mediante tres vías:
• extrayéndolo de las colonias, como era el caso de España con respecto a América,
• por medio del comercio exterior, o sea vendiendo productos locales en el extranjero -exportaciones- y prohibiendo o restringiendo la compra de producción extranjera -importaciones-
• gracias a la guerra y la piratería.
Los mercantilistas fueron los que dieron origen al proteccionismo económico y a la intervención del Estado en la economía. Si bien ellos reconocían el rol creciente del mercado en la actividad económica, no creían que era un libre juego en el que todos se beneficiaban. Por el contrario, lo consideraban, al igual que la guerra, un juego de suma cero, en el que si uno gana es porque el otro está perdiendo. De ahí que aconsejaran a los monarcas absolutos poner todo el peso del Estado en defender su producción y su comercio contra la producción y el comercio de los otros países.
El mercantilismo puede ser entendido como la política y la práctica económica de los Estados Nacionales durante el período de transición del feudalismo al capitalismo. Sus orígenes están ligados a la centralización del poder, que alcanza su plenitud con el Estado absolutista. El rasgo principal que caracterizó a esta política económica fue la intervención estatal en los asuntos económicos, con el propósito de dinamizar la producción nacional y en provecho del fortalecimiento del Estado.
Los mercantilistas pensaban que la riqueza provenía del intercambio, mediante el cual algunas naciones eran favorecidas y otras no. No habían comprendido aún, como más tarde lo hicieron los pensadores clásicos, que la fuente de la riqueza era el trabajo.
Las ideas mercantilistas se desarrollaron durante los siglos XV y XVI y alcanzaron su apogeo en el siglo XVII. Los mercantilistas no estaban interesados principalmente en obtener una reflexión sistemática sobre el funcionamiento económico, su eje era encontrar la política económica capaz de permitirle al Estado ser más rico y más poderoso. Sus ideas expresaban sobre todo los intereses y las ambiciones de los mercaderes, que formaban parte de una nueva clase social en ascenso: la burguesía. La preocupación de los mercantilistas giraba alrededor de la acumulación de metales preciosos, fundamentalmente oro.
Los Estados obtenían este oro mediante tres vías:
• extrayéndolo de las colonias, como era el caso de España con respecto a América,
• por medio del comercio exterior, o sea vendiendo productos locales en el extranjero -exportaciones- y prohibiendo o restringiendo la compra de producción extranjera -importaciones-
• gracias a la guerra y la piratería.
Los mercantilistas fueron los que dieron origen al proteccionismo económico y a la intervención del Estado en la economía. Si bien ellos reconocían el rol creciente del mercado en la actividad económica, no creían que era un libre juego en el que todos se beneficiaban. Por el contrario, lo consideraban, al igual que la guerra, un juego de suma cero, en el que si uno gana es porque el otro está perdiendo. De ahí que aconsejaran a los monarcas absolutos poner todo el peso del Estado en defender su producción y su comercio contra la producción y el comercio de los otros países.
El mercantilismo puede ser entendido como la política y la práctica económica de los Estados Nacionales durante el período de transición del feudalismo al capitalismo. Sus orígenes están ligados a la centralización del poder, que alcanza su plenitud con el Estado absolutista. El rasgo principal que caracterizó a esta política económica fue la intervención estatal en los asuntos económicos, con el propósito de dinamizar la producción nacional y en provecho del fortalecimiento del Estado.
Los mercantilistas pensaban que la riqueza provenía del intercambio, mediante el cual algunas naciones eran favorecidas y otras no. No habían comprendido aún, como más tarde lo hicieron los pensadores clásicos, que la fuente de la riqueza era el trabajo.
miércoles, 14 de abril de 2010
El Absolutismo versus la Nobleza: el poder centralizador del Estado moderno.
La monarquía absoluta y su poder centralizador
A fines de la Edad Media los consejeros de los monarcas se empeñaron en desarrollar el absolutismo real y combatir el feudalismo, apoyándose para ello en el antiguo Derecho Romano. A partir de entonces y hasta la revolución de 1789, el poder real fue absorbiendo cada vez más las antiguas autonomías y volviéndose cada vez más centralizador.
La monarquía absoluta fue reuniendo en las manos del Rey –el cual, a su vez, se identificaba cada vez más con el Estado- la plenitud de poderes otrora repartidos entre los cuerpos intermedios, nobles o no. Al contrario del soberano feudal, el monarca absoluto tiene en torno a sí una nobleza que le acompaña noche y día y que el sirve principalmente de elemento ornamental, sin ningún poder efectivo. Así eran los reyes franceses de la Edad Moderna, los cuales tuvieron en Luis XIV, el Rey Sol, su modelo más completo.
Sin embargo, esta absorción de la nobleza mediante el fortalecimiento del poder real no afectó de la misma manera a la nobleza de otros países ni a las de diversas regiones de un mismo país. En Francia, la nobleza de la Vendée, región que más tarde habría de convertirse en foco de resistencia contra la Revolución, fue una de las que resistió contra la influencia demoledora del absolutismo.
Cada vez más desprovistos de vínculos vitales con todos los cuerpos intermedios que constituían la nación, esos monarcas ya no contaban con sus apoyos naturales e incapaces de sustentarse en ellos para mantenerse en pie, debieron recurrir a redes de burocracia cada vez mayores. Esto resultó cada vez más pesado y, cuanto más pesado, más gravoso a aquellos mismos que estaban obligados a cargar con él.
En Francia, los grandes feudos fueron siendo reabsorbidos por la Corona, principalmente a través de alianzas matrimoniales. El último procedimiento en este sentido, llevado a cabo por medio de negociaciones diplomáticas que tuvieron aspecto de acuerdo de familia, tuvo por objeto el Ducado de Lorena. En 1738 fue convenido entre Francia y Austria que Lorena pasaría a título vitalicio a Stanislao Leszcynski, rey destronado de Polonia y padre de María Leszcynska, esposa de Luis XV. Cuando el suegro del rey francés falleciera, dicho ducado se incorporaría automáticamente al reino de Francia, lo que efectivamente sucedió.
La monarquía burocrática, sin nada de paternal, fue el Estado de Bonaparte, militar, financiero y administrativo. Después de su segunda y definitiva abdicación, el déspota corso permaneció aislado en su fracaso y ni siquiera la perspectiva próxima de su caída suscitó una revolución en su favor inspirada en el amor filial de súbditos leales con su monarca. A la manera de las que levantó la lealtad monárquica en la Vendée o en la Península Ibérica o en Austria por aquellas dinastías reales en las que aún estaban en vigor rasgos del paternalismo de antaño, radicalmente diferentes al despotismo duro de Napoleón.
El Sacro Imperio Romano Germánico, electivo desde su origen, pasó a ser de hecho hereditario en 1438, con Alberto II, de la Casa de Austria. A partir de entonces ocupó siempre el trono imperial el Jefe de esta misma Casa. Aparente excepción fue la elección de Francisco de Lorena en 1745, esposo de la heredera de dicha dinastía, la Archiduquesa María Teresa de Habsburgo, quien fue designado a petición de ella, calificándolo así con el más alto título nobiliario de la Cristiandad y convirtiendo en más proporcionado ese matrimonio desigual. Aquí se constituyó la Casa de Habsburgo-Lorena, continuadora legítima de los Habsburgo al frente del Sacro Imperio. Por presión de Napoleón se disuelve el Sacro Imperio en 1806 y se reducen drásticamente el número de unidades soberanas.
La posterior Confederación Germánica, con el emperador de Austria como presidente hereditario, se sostiene de 1815 a 1866. Ese año, bajo hegemonía prusiana, se forma la Confederación de Alemania del Norte, de la cual fueron excluidos Austria y algunos estados alemanes del Sur. Tras la derrota de Napoleón III en 1870 se convirtió en el Reich alemán, mucho más centralizado, donde se reconocían como soberanos veinticinco estados.
El absolutismo en la Península Ibérica
En España y Portugal, los respectivos monarcas tendieron a consolidar continuamente el poder de la Corona sobre los varios cuerpos del Estado, especialmente sobre la alta nobleza, aunque con múltiples fricciones entre ambos. En Portugal episodios dramáticos dejaron huella tanto en el reinado de Juan II -con aplicación de la pena capital al duque de Braganza y otros grandes nobles, así como la muerte del duque de Viseu, hermano de la reina-, como en el reinado de José I -con la ejecución pública del duque de Aveiro y destacadas figuras de la aristocracia, sobre todo de la ilustre Casa de los Távoras-.
En España esta tendencia centralizadora ya se podía notar en diversos monarcas de la Casa de Trastámara y fue creciendo a lo largo de los sucesivos reinados hasta llegar a su auge en el siglo XVIII, con la Casa de Borbón. Durante el reinado de los Reyes Católicos se produjo una disminución del poder de la nobleza con la destrucción de castillos, la limitación de los privilegios nobiliarios, la incorporación a la Corona del señorío de las plazas marítimas y de los maestrazgos de las principales órdenes militares.
Para el siglo XVIII, la llamada nobleza histórica se mostraba cada vez más afecta a gravitar en torno al soberano, de modo semejante a lo que ocurría en Francia, donde el Rey Sol y sus sucesores se hallaban cercados en la inigualable magnificencia de Versailles. La vida de corte, donde la nobleza ejercía sus funciones, le exigía un fastuoso tren de vida para el cual frecuentemente no bastaban las rentas producidas por sus tierras patrimoniales. En consecuencia, los reyes remuneraban esos cargos. Cuando esto no era suficiente, se producían devastadores endeudamientos que debían romperse por medio de uniones matrimoniales con la alta burguesía o por subsidios concedidos por los monarcas a título de favor.
Tras las invasiones napoleónicas, los regímenes monárquicos de la Península Ibérica se fueron liberalizando cada vez más y perdiendo mucha de su influencia. Los títulos de nobleza acabaron por incluir en esta clase –o por preferencia personal del rey o por servicios prestados en los más variados campos- a numerosas personas que no habían nacido en ella. Tal vez ningún monarca haya llevado tan lejos la propensión a hacer de la nobleza una clase tan abierta como Carlos III de España entre 1759 y 1788.
En España la proclamación de la República en 1873 y en 1931 y las restauraciones monárquicas que siguieron dieron lugar a supresiones y reintegraciones de los títulos de nobleza, con evidente trauma para el cuerpo nobiliario. En Portugal, tras la proclamación de la República en 1910, los títulos, distinciones honoríficas y derechos de la nobleza fueron abolidos, aunque, durante el régimen republicano, aquellas personas a quienes les había sido concedido un título y hubiesen pagado los respectivos derechos de merced del mismo fueron legalmente autorizadas a usarlo, con la condición de precederlo con su nombre civil.
Ya en el siglo XIX se esboza el Estado burgués superpotente que en la primera mitad del siglo XX provoca la caída paulatina de los regímenes monárquicos, abriendo el camino para el Estado proletario.
La nobleza menor
Al lado de la nobleza por excelencia –guerrera, señorial y rural- se fue constituyendo una clase nobiliaria menor, aunque también auténtica. En España, la investidura de determinados cargos civiles, militares y culturales e incluso el ejercicio de ciertas formas de comercio particularmente útiles para el Estado confería ipso facto la nobleza a título personal y vitalicio, o bien a título también hereditario.
Felipe IV, por Real Cédula de 20 de agosto de 1637, dice que el Oficial que sirva en guerra viva por un año, goce de la Nobleza de Privilegio y aquel que lo hiciere durante cuatro, pase dicha nobleza a sus herederos. La Nobleza Personal está reconocida a todos los oficiales del Ejército por orden de 1799 y en 1864 se ordena que el dictado de Don y de Noble se dé a los hijos de oficiales de mayor graduación, nietos de Teniente Coronel y a los Hidalgos notorios que sirvan en el Ejército.
En Portugal, la condición de intelectual abría las puertas para la categoría de noble. Todo aquel que se licenciaba en la célebre Universidad de Coimbra obtenía un título personal y vitalicio, pero no hereditario. Sin embargo, si tres generaciones directas se diplomaban en Coimbra en Teología, Filosofía, Derecho, Medicina o Matemáticas, pasaban a ser nobles por vía hereditaria todos sus descendientes aunque éstos no cursasen estudios allí.
En Francia, además de la nobleza togada –noblesse de robe-, que se reclutaba entre la magistratura, estaba la nobleza de campana -noblesse de cloche-, habitualmente formada por burgueses que se habían destacado al servicio del bien común en las pequeñas ciudades. La adquisición de nobleza podía darse por el ejercicio de cargos militares, altos cargos de la Corte como secretarios y notarios del Rey, cargos de finanzas, puestos universitarios, etc.
Los ennoblecimientos de este tipo suscitaban la búsqueda de autenticidad. La condición de noble no consiste únicamente en el uso de un título conferido por Decreto Real, sino también y especialmente en la posesión del perfil característico de la clase. Es comprensible que ciertos nuevos ricos ascendidos a nuevos nobles tuviesen dificultad en adquirirlo pues, como se sabe, depende de una larga tradición familiar que, a veces, se encuentra en élites burguesas tradicionales menos ricas.
El nuevo noble, lejos de embestir contra ese ambiente del cual era heterogéneo, hizo todo lo posible para adaptarse a él y, sobre todo, proporcionar a los más jóvenes una educación genuinamente aristocrática. Esto hizo que la nobleza antigua absorbiera más fácilmente los elementos nuevos por lo que, en una o más generaciones, desaparecieron las diferencias entre los nobles tradicionales y los nuevos nobles. Esto se dio por el propio efecto del paulatino transcurrir del tiempo y el matrimonio de jóvenes nobles, titulares de nombres históricos, con hijas o nietas de nuevos nobles, cuya riqueza servía a muchos de ellos como medio para evitar la decadencia económica y de conferir nuevo brillo a su respectivo blasón. Este proceso se ha dado desde la Edad Media hasta la actualidad.
El perfil de la nobleza
En la Edad Media y en el Antiguo Régimen la condición nobiliaria no constituía una profesión. Sin embargo, marcaba a fondo a quien gozaba de ella, al igual que a toda su familia. El Título se incorporaba al apellido y a veces lo sustituía; el blasón pasaba a ser el emblema de la familia y la tierra sobre la cual el noble ejercía su poder adquiría en la mayoría de los casos su propio nombre. Cuando sucedía lo contrario era el noble quien incorporaba a su título, a través de la partícula de, el nombre de su territorio.
El noble medieval debía ser un héroe dispuesto a todo en favor del rey y de su pueblo, así como el brazo armado en defensa de la Fe y de la Cristiandad durante la guerra. Pero, al mismo tiempo, debía dar un excelente ejemplo a subordinados y pares tanto en la virtud como en la cultura, en el trato social, en el buen gusto, en la vida cotidiana.
Las buenas maneras y la etiqueta se modelaban según patrones que exigían al noble una continua represión de sus impulsos. La vida social era, bajo algunos aspectos, un sacrificio continuo que se iba haciendo más exigente a medida que la civilización progresaba. En cuanto clase social, la misión de la nobleza era cultivar y difundir el impulso de todas las clases hacia lo alto. El noble estaba vuelto por excelencia hacia esa misión en la esfera temporal, como el clero en la espiritual.
Hoy, de todo lo que otrora la nobleza fue o tuvo, le ha quedado solamente esa excelencia multiforme junto con un conjunto residual de medios que le impide recaer en el desenfreno típico de los nouveau riches.
Privada de todo poder político en las repúblicas contemporáneas –y contando únicamente con vestigios de él en las monarquías-, teniendo una representación escasa en las finanzas, desempeñando en la diplomacia y el mecenazgo un papel casi siempre menos patente que el de la burguesía, la nobleza de hoy es mayormente un residuo aferrado a la tradición y a la grandeza de sus antepasados.
Fuente:
http://nobleyreal.blogspot.com/2009/06/el-absolutismo-vs-la-nobleza.html
A fines de la Edad Media los consejeros de los monarcas se empeñaron en desarrollar el absolutismo real y combatir el feudalismo, apoyándose para ello en el antiguo Derecho Romano. A partir de entonces y hasta la revolución de 1789, el poder real fue absorbiendo cada vez más las antiguas autonomías y volviéndose cada vez más centralizador.
La monarquía absoluta fue reuniendo en las manos del Rey –el cual, a su vez, se identificaba cada vez más con el Estado- la plenitud de poderes otrora repartidos entre los cuerpos intermedios, nobles o no. Al contrario del soberano feudal, el monarca absoluto tiene en torno a sí una nobleza que le acompaña noche y día y que el sirve principalmente de elemento ornamental, sin ningún poder efectivo. Así eran los reyes franceses de la Edad Moderna, los cuales tuvieron en Luis XIV, el Rey Sol, su modelo más completo.
Sin embargo, esta absorción de la nobleza mediante el fortalecimiento del poder real no afectó de la misma manera a la nobleza de otros países ni a las de diversas regiones de un mismo país. En Francia, la nobleza de la Vendée, región que más tarde habría de convertirse en foco de resistencia contra la Revolución, fue una de las que resistió contra la influencia demoledora del absolutismo.
Cada vez más desprovistos de vínculos vitales con todos los cuerpos intermedios que constituían la nación, esos monarcas ya no contaban con sus apoyos naturales e incapaces de sustentarse en ellos para mantenerse en pie, debieron recurrir a redes de burocracia cada vez mayores. Esto resultó cada vez más pesado y, cuanto más pesado, más gravoso a aquellos mismos que estaban obligados a cargar con él.
En Francia, los grandes feudos fueron siendo reabsorbidos por la Corona, principalmente a través de alianzas matrimoniales. El último procedimiento en este sentido, llevado a cabo por medio de negociaciones diplomáticas que tuvieron aspecto de acuerdo de familia, tuvo por objeto el Ducado de Lorena. En 1738 fue convenido entre Francia y Austria que Lorena pasaría a título vitalicio a Stanislao Leszcynski, rey destronado de Polonia y padre de María Leszcynska, esposa de Luis XV. Cuando el suegro del rey francés falleciera, dicho ducado se incorporaría automáticamente al reino de Francia, lo que efectivamente sucedió.
La monarquía burocrática, sin nada de paternal, fue el Estado de Bonaparte, militar, financiero y administrativo. Después de su segunda y definitiva abdicación, el déspota corso permaneció aislado en su fracaso y ni siquiera la perspectiva próxima de su caída suscitó una revolución en su favor inspirada en el amor filial de súbditos leales con su monarca. A la manera de las que levantó la lealtad monárquica en la Vendée o en la Península Ibérica o en Austria por aquellas dinastías reales en las que aún estaban en vigor rasgos del paternalismo de antaño, radicalmente diferentes al despotismo duro de Napoleón.
El Sacro Imperio Romano Germánico, electivo desde su origen, pasó a ser de hecho hereditario en 1438, con Alberto II, de la Casa de Austria. A partir de entonces ocupó siempre el trono imperial el Jefe de esta misma Casa. Aparente excepción fue la elección de Francisco de Lorena en 1745, esposo de la heredera de dicha dinastía, la Archiduquesa María Teresa de Habsburgo, quien fue designado a petición de ella, calificándolo así con el más alto título nobiliario de la Cristiandad y convirtiendo en más proporcionado ese matrimonio desigual. Aquí se constituyó la Casa de Habsburgo-Lorena, continuadora legítima de los Habsburgo al frente del Sacro Imperio. Por presión de Napoleón se disuelve el Sacro Imperio en 1806 y se reducen drásticamente el número de unidades soberanas.
La posterior Confederación Germánica, con el emperador de Austria como presidente hereditario, se sostiene de 1815 a 1866. Ese año, bajo hegemonía prusiana, se forma la Confederación de Alemania del Norte, de la cual fueron excluidos Austria y algunos estados alemanes del Sur. Tras la derrota de Napoleón III en 1870 se convirtió en el Reich alemán, mucho más centralizado, donde se reconocían como soberanos veinticinco estados.
El absolutismo en la Península Ibérica
En España y Portugal, los respectivos monarcas tendieron a consolidar continuamente el poder de la Corona sobre los varios cuerpos del Estado, especialmente sobre la alta nobleza, aunque con múltiples fricciones entre ambos. En Portugal episodios dramáticos dejaron huella tanto en el reinado de Juan II -con aplicación de la pena capital al duque de Braganza y otros grandes nobles, así como la muerte del duque de Viseu, hermano de la reina-, como en el reinado de José I -con la ejecución pública del duque de Aveiro y destacadas figuras de la aristocracia, sobre todo de la ilustre Casa de los Távoras-.
En España esta tendencia centralizadora ya se podía notar en diversos monarcas de la Casa de Trastámara y fue creciendo a lo largo de los sucesivos reinados hasta llegar a su auge en el siglo XVIII, con la Casa de Borbón. Durante el reinado de los Reyes Católicos se produjo una disminución del poder de la nobleza con la destrucción de castillos, la limitación de los privilegios nobiliarios, la incorporación a la Corona del señorío de las plazas marítimas y de los maestrazgos de las principales órdenes militares.
Para el siglo XVIII, la llamada nobleza histórica se mostraba cada vez más afecta a gravitar en torno al soberano, de modo semejante a lo que ocurría en Francia, donde el Rey Sol y sus sucesores se hallaban cercados en la inigualable magnificencia de Versailles. La vida de corte, donde la nobleza ejercía sus funciones, le exigía un fastuoso tren de vida para el cual frecuentemente no bastaban las rentas producidas por sus tierras patrimoniales. En consecuencia, los reyes remuneraban esos cargos. Cuando esto no era suficiente, se producían devastadores endeudamientos que debían romperse por medio de uniones matrimoniales con la alta burguesía o por subsidios concedidos por los monarcas a título de favor.
Tras las invasiones napoleónicas, los regímenes monárquicos de la Península Ibérica se fueron liberalizando cada vez más y perdiendo mucha de su influencia. Los títulos de nobleza acabaron por incluir en esta clase –o por preferencia personal del rey o por servicios prestados en los más variados campos- a numerosas personas que no habían nacido en ella. Tal vez ningún monarca haya llevado tan lejos la propensión a hacer de la nobleza una clase tan abierta como Carlos III de España entre 1759 y 1788.
En España la proclamación de la República en 1873 y en 1931 y las restauraciones monárquicas que siguieron dieron lugar a supresiones y reintegraciones de los títulos de nobleza, con evidente trauma para el cuerpo nobiliario. En Portugal, tras la proclamación de la República en 1910, los títulos, distinciones honoríficas y derechos de la nobleza fueron abolidos, aunque, durante el régimen republicano, aquellas personas a quienes les había sido concedido un título y hubiesen pagado los respectivos derechos de merced del mismo fueron legalmente autorizadas a usarlo, con la condición de precederlo con su nombre civil.
Ya en el siglo XIX se esboza el Estado burgués superpotente que en la primera mitad del siglo XX provoca la caída paulatina de los regímenes monárquicos, abriendo el camino para el Estado proletario.
La nobleza menor
Al lado de la nobleza por excelencia –guerrera, señorial y rural- se fue constituyendo una clase nobiliaria menor, aunque también auténtica. En España, la investidura de determinados cargos civiles, militares y culturales e incluso el ejercicio de ciertas formas de comercio particularmente útiles para el Estado confería ipso facto la nobleza a título personal y vitalicio, o bien a título también hereditario.
Felipe IV, por Real Cédula de 20 de agosto de 1637, dice que el Oficial que sirva en guerra viva por un año, goce de la Nobleza de Privilegio y aquel que lo hiciere durante cuatro, pase dicha nobleza a sus herederos. La Nobleza Personal está reconocida a todos los oficiales del Ejército por orden de 1799 y en 1864 se ordena que el dictado de Don y de Noble se dé a los hijos de oficiales de mayor graduación, nietos de Teniente Coronel y a los Hidalgos notorios que sirvan en el Ejército.
En Portugal, la condición de intelectual abría las puertas para la categoría de noble. Todo aquel que se licenciaba en la célebre Universidad de Coimbra obtenía un título personal y vitalicio, pero no hereditario. Sin embargo, si tres generaciones directas se diplomaban en Coimbra en Teología, Filosofía, Derecho, Medicina o Matemáticas, pasaban a ser nobles por vía hereditaria todos sus descendientes aunque éstos no cursasen estudios allí.
En Francia, además de la nobleza togada –noblesse de robe-, que se reclutaba entre la magistratura, estaba la nobleza de campana -noblesse de cloche-, habitualmente formada por burgueses que se habían destacado al servicio del bien común en las pequeñas ciudades. La adquisición de nobleza podía darse por el ejercicio de cargos militares, altos cargos de la Corte como secretarios y notarios del Rey, cargos de finanzas, puestos universitarios, etc.
Los ennoblecimientos de este tipo suscitaban la búsqueda de autenticidad. La condición de noble no consiste únicamente en el uso de un título conferido por Decreto Real, sino también y especialmente en la posesión del perfil característico de la clase. Es comprensible que ciertos nuevos ricos ascendidos a nuevos nobles tuviesen dificultad en adquirirlo pues, como se sabe, depende de una larga tradición familiar que, a veces, se encuentra en élites burguesas tradicionales menos ricas.
El nuevo noble, lejos de embestir contra ese ambiente del cual era heterogéneo, hizo todo lo posible para adaptarse a él y, sobre todo, proporcionar a los más jóvenes una educación genuinamente aristocrática. Esto hizo que la nobleza antigua absorbiera más fácilmente los elementos nuevos por lo que, en una o más generaciones, desaparecieron las diferencias entre los nobles tradicionales y los nuevos nobles. Esto se dio por el propio efecto del paulatino transcurrir del tiempo y el matrimonio de jóvenes nobles, titulares de nombres históricos, con hijas o nietas de nuevos nobles, cuya riqueza servía a muchos de ellos como medio para evitar la decadencia económica y de conferir nuevo brillo a su respectivo blasón. Este proceso se ha dado desde la Edad Media hasta la actualidad.
El perfil de la nobleza
En la Edad Media y en el Antiguo Régimen la condición nobiliaria no constituía una profesión. Sin embargo, marcaba a fondo a quien gozaba de ella, al igual que a toda su familia. El Título se incorporaba al apellido y a veces lo sustituía; el blasón pasaba a ser el emblema de la familia y la tierra sobre la cual el noble ejercía su poder adquiría en la mayoría de los casos su propio nombre. Cuando sucedía lo contrario era el noble quien incorporaba a su título, a través de la partícula de, el nombre de su territorio.
El noble medieval debía ser un héroe dispuesto a todo en favor del rey y de su pueblo, así como el brazo armado en defensa de la Fe y de la Cristiandad durante la guerra. Pero, al mismo tiempo, debía dar un excelente ejemplo a subordinados y pares tanto en la virtud como en la cultura, en el trato social, en el buen gusto, en la vida cotidiana.
Las buenas maneras y la etiqueta se modelaban según patrones que exigían al noble una continua represión de sus impulsos. La vida social era, bajo algunos aspectos, un sacrificio continuo que se iba haciendo más exigente a medida que la civilización progresaba. En cuanto clase social, la misión de la nobleza era cultivar y difundir el impulso de todas las clases hacia lo alto. El noble estaba vuelto por excelencia hacia esa misión en la esfera temporal, como el clero en la espiritual.
Hoy, de todo lo que otrora la nobleza fue o tuvo, le ha quedado solamente esa excelencia multiforme junto con un conjunto residual de medios que le impide recaer en el desenfreno típico de los nouveau riches.
Privada de todo poder político en las repúblicas contemporáneas –y contando únicamente con vestigios de él en las monarquías-, teniendo una representación escasa en las finanzas, desempeñando en la diplomacia y el mecenazgo un papel casi siempre menos patente que el de la burguesía, la nobleza de hoy es mayormente un residuo aferrado a la tradición y a la grandeza de sus antepasados.
Fuente:
http://nobleyreal.blogspot.com/2009/06/el-absolutismo-vs-la-nobleza.html
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